Capítulo siete
El cálido aire del transbordador revuelve mi cabello mientras lo abordo, pasando por la cámara hiperbárica con guardias al frente y detrás de mí. Nadie va a arriesgarse a pesar de no haber señales del asesino. Quien sea que fuera simplemente se había desaparecido. Me doy cuenta de que planean investigarlo. Más investigaciones. Y tengo tantas cosas diferentes que deben ser mis prioridades en este momento. Estoy exhausta y agobiada, pero estoy intentando sonreír, intentando ser valiente, lo estoy intentando demasiado.
El transbordador real es elegante y refinado, tan bello como la Adelina, pero obviamente más pequeño, y con una estética diferente. Un toldo de color vino y dorado oscurece las luces sobre nosotros, y la pulida madera de caoba brilla como algo raro y precioso. Los accesorios de latón brillan de la misma manera que la luz se refleja en el agua. La decoración me recuerda a las hojas, persiguiéndose las unas a las otras a lo largo de las superficies.
Mientras abordamos, un tripulante vestido con un complejo uniforme entallado emite una serie de notas en una pequeña flauta plateada —me doy cuenta luego de un momento, que está anunciando nuestra llegada con toda la ceremonia de los militares vairianos de más alto cargo—, y Con agarra mi mano. Alguien le había encontrado una levita diferente, pero los puños le colgaban un poco sobre sus manos, y los hombros son un tanto anchos. Tiene suerte de que eso sea todo. Algunos miembros de la corte anthaesa y sus criadas habían sido reclutados para ayudarme, por lo menos habían hecho un buen trabajo con mi cabello y cara. Me obligaron a permanecer sentada mientras ellas me pinchaban y clavaban los dedos, hablando sobre mí como si no estuviera allí. Incluso Petra lució espantada. El vestido que escogieron para remplazar mi arruinado vestido vairiano era verde haba, y se aferraba demasiado a mi cintura, haciendo que fuera difícil respirar, y parecía más que estuviera usando algún mueble en vez de ropa. Lo odio más de lo que he odiado algo en mi vida. Estoy segura que lo hicieron a propósito, y no hay nada que pueda hacer sobre ello. Solo tengo que soportarlo y dejarles ver que no pueden afectarme de esta forma. Solo me enoja.
—Bienvenida —La voz de Con es suave pero distante. Echa un vistazo por la portilla, mirando el planeta debajo de nosotros, un mundo azul y verde similar a una joya en la oscuridad. Un intenso anhelo brilla en sus ojos. Trago fuertemente e intento ver lo que sea que él ve bajo nosotros en Anthaéus, pero me elude. Es solo un planeta. Los océanos son vastos, mucho más grandes que los vairianos, pero del mismo azul; la tierra cambia de gris a verde, sobresaliendo del océano. Bosques por aquí, acantilados por allá, con montañas más allá de ellos. No logro ver alguna señal de una gran ciudad o complejo, como los que se encontrarían en Cuore. Tampoco desiertos o páramos. Anthaéus es exuberante y rico, hecho de colores similares a las joyas, sin duda es un mundo hermoso, pero no es mi hogar. Cuando tiemblo, la mano de Con aprieta ligeramente la mía.
—Todo estará bien, princesa. Lo prometo. Anthaéus te acogerá y amará.
Hasta ahora no he visto mucha evidencia de aquello.
Otro nudo se forma en mi garganta. Hay palabras que debería decir, tal vez coincidir con él, o devolverle el sentimiento, pero si no puedo formarlas en mi mente mucho menos puedo formarlas en mis labios. Shae se coloca junto a mí, y lo miro. También está observando la tierra que se aproxima, pero su mirada es completamente diferente: dura, indiferente, evaluando el terreno. Está buscando amenazas, peligros, y ¿por qué no habría de hacerlo? ¿Qué habíamos visto hasta ahora que pudiera ser considerado acogedor?
Ha habido dos intentos de asesinato tan solo en el viaje hasta aquí. Tal vez están conectados, tal vez no. Preferiría decir que son de origen graviano, pero el secretario de Elara era anthaés. Así que, al parecer, también tengo enemigos allá abajo. Quizás lo sobornaron, pero quizás es más fácil pensar que los gravianos están detrás de todo. También hay muchos anthaeses que no me quieren aquí. Estoy segura de ello.
El aterrizaje es fluido y perfecto, fácil. Respiro profundo cuando el aire fresco llena el compartimiento. El transbordador se desliza hasta detenerse junto a una plataforma elaboradamente decorada, con guirnaldas colgadas y campanillas de plata que repican en la briza. Música comienza a sonar cuando salimos, las armonías se elevan en el aire, siendo llevadas por la misma briza que lleva el sonido de las campanas. Niños tiran pétalos en el aire, los cuales flotan a nuestro alrededor. Un carruaje nos espera, jalado por tres caballos mecánicos; sus brillantes cuerpos cobrizos tienen incrustaciones de nácar. Había escuchado de tales cosas, pero nunca las había visto, solo los pequeños pájaros cantores que tenía en casa. Nada de este tamaño. Debajo de su exterior puedo ver pequeños engranes y resortes, el delicado movimiento de la maquinaria y la armonía del diseño, los cuales hacen que los artesanos anthaeses sean famosos a lo largo de toda la galaxia. Su habilidad no es la única razón por la cual el imperio intenta obtener Anthaéus —los recursos naturales de este mundo en sí, son tentadores—, pero las cosas que los anthaeses construyen, la forma en que cambian todo…
Con me observa detenidamente. Vio mi interés, apenas y lo oculté.
—¿Os gustaría mirarlos de cerca? —pregunta.
—Sí. Son increíbles.
Una sonrisa adorna sus labios, la primera sonrisa genuina que le he visto desde el cuarto de máquinas. Es fugaz, se va tan rápido como aparece.
—No hay tiempo, su majestad —dice Jondar, colocándose frente a nosotros antes de que pudiéramos movernos, tiene un reloj en su mano—. Necesitamos continuar con la procesión. Ya vamos tarde.
La expresión de Con permanecer cuidadosamente tranquila, pero sus ojos se endurecen.
—Sí, que alguien intente matarnos realmente arruina el programa. ¿No puedo mostrarle a mi prometida algo de nuestros tesoros?
—Con —La voz de Jondar es un suave gruñido, terciopelo envuelto alrededor de un puño. No me fulmina con la mirada, pero sí puedo sentir su desagrado, como si todo esto fuera mi culpa. Me muerdo el interior de mi labio inferior para evitar decir algo. Sí lo hacía no terminaría bien.
—Bien —suspira el antháem, aunque claramente no está nada bien. Su decepción es evidente, pero un momento después se disculpa conmigo—. Lo siento mucho. Será luego, Bel, os lo prometo. Por ahora necesitamos ser vistos y agasajados. ¿Podéis soportarlo?
—¿Su majestad? —Estoy sorprendida por la pregunta. Suena como si él no tuviera más tiempo que yo para esto. ¿En realidad tenemos opción? No lo creo.
Jondar está al mando aquí, lo cual es extraño considerando que Con es el antháem. Me pregunto qué clase de influencia tiene el príncipe sobre mi futuro esposo. ¿Había tenido el mismo estatus cuando su hermana regía y ahora solo continuaba como si fuera de la realeza? Aunque supongo que él es de la realeza. Es un príncipe. Con fue elegido como heredero, no nació como uno. Y Jondar parece manejar todo…
—Su alteza —responde Con, es una respuesta vacía y puedo ver que él lo sabe. Estoy segura de que está sonriendo mientras me escolta hacia el carruaje, pero resisto el impulso de mirar su rostro, por si parezco alguna clase de idiota boba. Shae nos sigue por detrás, los otros se dispersaron a los lados. Los guardias de Con los siguen. Nadie parece estar muy confiado. No es una sorpresa considerando cómo ha sido el viaje hasta ahora. En vez de pensar en eso me concentro en nuestro transporte. La estructura en sí es de un metal que no reconozco, con el mismo brillo extraño que se parece a un arcoíris en su pulida superficie. El interior está forrado con terciopelo color crema, y los asientos son suaves y mullidos. Me siento junto a él, sintiéndome absurda y fuera de lugar en este aparato de cuento de hadas.
Con inclina la cabeza y entrelaza sus dedos.
—Hay un cierto protocolo para todo —dice—, y pompa. Ceremonia, ¿entendéis? Mi gente tiende a insistir en ello, les gusta vernos. Y vernos como… bueno, de esta manera…
Me trago el nudo que de la nada aparece en mi garganta. Esta será mi vida ahora, y él no suena más emocionado por ello de lo que yo estoy. Debería responderle, he estado callada por mucho tiempo. El problema es, que para mi sorpresa, es fácil hablar con él, y eso no lo esperaba. No lo conozco en absoluto. Necesito desesperadamente ser cuidadosa aquí.
—Por supuesto, su majestad.
Con suspira.
—¿Debemos ser tan formales? Era más fácil antes de conocernos, ¿no?
Sin querer sonríe. Probablemente no debí hacerlo, pero Con tiene razón. Definitivamente era más fácil antes, pero no sé cómo decirle eso porque aquello implica que ahora estoy decepcionada. Y en realidad no debería estarlo. Al menos no es un anciano. Al menos parece amable.
—Eso creo —Trago duro y humedezco mis labios. Tengo que esforzarme—. ¿Conleith?
—Con, por favor —Ahora sus deslumbrantes ojos verdes están fijos en mí.
—Entonces será Con —concedo. Para ser honesta, deseo que Shae esté aquí. No sé qué decir, no me gusta estar aquí sola. O con él. O lo que sea. Nerysse hubiera sabido que hacer, me hubiera entrenado, preparado, pero ahora… ahora estoy sola; no importa que esté sentada junto a mi futuro esposo.
Mi futuro esposo. Es una locura. Ni siquiera lo conozco. No tenemos nada en común. Aunque al menos…. Al menos es… Lo miro de nuevo. Con está esperando algo. «¿Por qué es tan amable?»
—¿Tenéis una pregunta?
Pienso en una rápidamente.
—¿Cuál es nuestro itinerario?
Con examina mi rostro como si supiera que acabo de inventar la pregunta.
—¿No os lo dijeron?
Debí haber leído el expediente yo misma. O al menos haber cuestionado a Petra con algo más de detenimiento.
—Me dicen muy poco, o eso parece.
Con se ríe breve y amargamente.
—Sí, conozco ese sentimiento.
Levanta su mano y pasa sus dedos por su cabello, un movimiento que con dolor me recuerda a Shae. Aparto mi mirada, buscándolo. Está montándose en un transporte detrás de nosotros, junto con Jessam. Los demás deben estar en otro lado. Extrañamente me siento sola, aunque no lo estoy.
—Recorreremos la cuidad, hasta el palacio. Es la ciudadela… Podéis verla allí arriba.
Señala por la ventana junto a él hacia la cima de los apeñuscados edificios. Puedo ver torres altas y delgadas con un brillo nacarado, y cuando la luz del sol las golpea, brillan como dulces de azúcar hilado provenientes de la lejana Melia.
Cuando Con se mueve, la congregada multitud estalla en aclamaciones. Con experimentada elegancia Con saluda con la mano y me lanza una mirada irónica cuando las aclamaciones se hacen aún más ruidosas.
—Les gusta que saludemos. ¿Lo haríais?
¿Qué más podía hacer? Después de todo por eso estoy aquí. Mientras el carruaje comienza a avanzar —tan suave y fluido como si se estuviera deslizando por rieles magnéticos, igual que solía hacer el monorriel de Higher Cape—, levanto mi mano y la gente comienza a aclamarme también, gritando mi nombre y vitoreando.
Es extraño. No estoy segura de sí me gusta o no. Quizás ambos. Hay algo inquietante en ello, como si estuviera mirando a una criatura que en cualquier momento puede volverse en mi contra.
—No somos una enorme colonia, a diferencia de los estados-planeta de vuestro imperio, pero amamos el espectáculo. Creo que en Cuore, la ciudad imperial, hay procesiones todos los días, y de diferentes formas dependiendo de la hora. Para vos debemos ser una pobre comparación.
—Nunca he estado en Cuore —«Y no tengo ningún deseo de ir allá», aunque eso no se lo digo. Nadie debía decir eso. Todos hemos escuchado historias sobre el corazón del imperio, la ciudad de mil festivales, donde la emperatriz rige y su corte participa en sus muchos juegos, cada uno más peligroso que el anterior—. Además, esto es… hermoso.
No sé qué más decirle. Con cambia de posición en su asiento, y me pregunto si se siente tan incómodo como yo. Esto tampoco puede ser fácil para él. Con esperaba a Elyssa, debió haber hecho preparativos para ella. Miro por la ventana de nuevo, saludando ocasionalmente con la mano. Había esperado odiar las diferencias que viera, pero la ciudad que pasábamos es fascinante. Hay muchas cosas que me son familiares —una panadería era una panadería en todo el universo—, pero los pálidos árboles que bordeaban la calle me son extraños. En Vairian, los árboles son de mil sombras de verde, y las calles de nuestras ciudades son amplias y reglamentadas. Aquí las calles se enrollan dentro y fuera de cada una, retorciéndose para formar cuadrados y plazas, parques elegantes y mercados. Estoy muy consciente de Con. En realidad, no hay mucho espacio en este carruaje, puedo sentir la calidez de su piel, y si me relajo mi muslo terminará apoyándose junto al de él y aquello sería demasiado en este momento. Me siento recta y erguida, tensa e incómoda, y examino Limasyll. Realmente debería hablar con él, pero no puedo pensar en algo que decir.
Algunas personas trepan los árboles que dan hacia el camino, buscando una mejor vista, y sonrío imaginándome como en este momento Shae y mis guardias seguramente estarán reaccionando a aquel nivel de amenaza de seguridad. Esta es una ciudad que se expandió, en vez de ser diseñada de una manera formal y estructurada como mi hogar lo fue. Los edificios están ubicados al azar, apilados uno tras otro, alineados, con balcones decorados con flores esparcidos entre ellos. Y son antiguos. Algunos de ellos más antiguos que cualquier otro edificio que haya visto.
—¿Cuántos años tiene Limasyll? —pregunto. Es una forma de hacer conversación. Por suerte, Con toma el hilo que le ofrezco y sigue la corriente. Ahora estoy segura de que se siente tan incómodo como yo.
—Miles de años. ¿Sabíais que aquí ya había una ciudad cuando Cuore no era más que una aldea? Por supuesto, no nuestra ciudad. Nosotros solo llegamos aquí hace trescientos sesenta y dos años, colonizadores de los mundos principales, aquellos que no deseaban ser parte del imperio en constante crecimiento. Hubo otros aquí antes que nosotros, se marcharon mucho antes de que llegáramos. Los llamamos ancianos o antiguos, los antiguos anthaeses. Ellos eran… dotados —Una sonrisa aparece en sus labios nuevamente, y un cálido afecto llena sus palabras. Podría acostumbrarme a esa sonrisa—. Nosotros obtuvimos nuestros talentos de ellos, pero en realidad lo que hacemos es una tenue sombra comparado con algunos de los artefactos que hemos encontrado. Nuestro descubrimiento arqueológico que hizo Móntserratt en sí…
Lo escucho desconcertada, mientras él habla sobre los habitantes que nunca conoció —habitantes que se habían ido cientos de años antes de que su gente viniera a este mundo de planetas que ahora conformaban el imperio— como si fueran viejos amigos, profesores y guías. Habla de la arquitectura, de la ingeniería, del diseño de los adornos de reloj y de las elegantes maquinas por las cuales Anthaéus es famoso. Me trae a la mente mis pequeños pájaros de metal, los aparatos de comunicación que se usan en todo el imperio, el video y los archivos de datos sobre los cristales, sin los cuales la vida moderna sería imposible, o así lo parece ahora. Todos eran anthaeses en diseño y origen, alimentados con los cristales de Kelta. Y Con ni siquiera se adjudica el crédito. Viene de sus ancianos, si se le puede creer, los habitantes que estuvieron aquí antes. Los actuales residentes de Anthaéus simplemente redescubrieron muchos de sus secretos. Cacharrear, le dice, como si fuera algo primitivo o simple que no produce maravillas.
El camino gira y la ciudadela ahora se yergue sobre nosotros.
—Por supuesto, nosotros mismos hemos creado un gran número de invenciones nuevas, pero aun creo que sus diseños nos inspiran. Sin el trampolín que nos proveyeron, aquel salto de invención que estaba aquí para nosotros, nunca habríamos llegado tan lejos. Cuando los gravianos invadieron Kelta, perdimos acceso a los cristales que se formaban en abundancia allí, la fuente de poder de la mayoría de nuestro trabajo. Es por eso que es tan importante que negociemos el regreso de la luna a Anthaéus. Por lo menos necesitamos repatriar las personas allí atrapadas.
—¿Por qué no los evacuasteis?
—No tuvimos tiempo —El tono de voz de Con se vuelve más apagado—. Lo primero que supimos fue que hubo una suspensión en la comunicación con Kelta. Fue por aquel entonces que Matilde… por aquel entonces la anterior antháem estaba muriendo, así que nuestra atención estaba centrada allí, no en la luna —Vacila, y sé que estaba pensando en ella. Espero, dándole el tiempo que necesita para dominar sus recuerdos—. Y luego… luego fue demasiado tarde. Tenemos una armada, princesa Belengaria. Había fuerzas armadas en Kelta. Nunca escuchamos algo de ellos, o de los que enviamos a rescatarlos. Aquellos pocos que lograron salir…
Le fallan las palabras y aparta la mirada lejos de mí, posándola sobre la animada multitud, sobre los pétalos que aun llueven desde lo alto, sobre esta hermosa ciudad llena de vida y rareza. Me pregunto si lo que lo inquieta es la mención de su esposa, o la perdida de la luna. O ambas. Ninguno de los dos es un tema fácil. Puedo imaginarme las historias contadas por aquellos que salieron de Kelta, ocupada por los gravianos. Definitivamente campos de trabajos forzados. Desapariciones. Mechas. Todos esos cristales preciosos arrancados de la tierra, porque en todo caso esa es la razón de la invasión: la fuente de poder de la mayoría de las maquinarias que todos usan diariamente, el elemento clave de la red de comunicaciones, encontrada con abundancia en Kelta. Y cualquier otro recurso natural que les fuera de valor. Anthaéus había confiado en su posición, en sus conexiones comerciales y en su independencia para protegerse. Se suponía que su misma neutralidad los mantuviera a salvo.
Y con Kelta eso no había funcionado. Los gravianos escogieron su momento e irrumpieron. Tomaron lo que sea que quisieron.
Levanto mi mirada al ancho cielo azul. Un perfecto día para volar. En este momento no hay rastro de la luna, no a la luz del día. Kelta está más alejada que las lunas de Vairian, las cuales a veces podían verse en el día como fantasmas, colgando del cielo. Pero son lugares sin vida.
Al igual que Kelta debía serlo ahora. O prácticamente.
No pudo pensar en algo que decirle así que miro fijamente por la ventana, bajando mi mirada desde el cielo hasta la gente, y levanto mi mano, saludándolos, lo cual hace que los espectadores enloquezcan. La mayoría. Algunas miradas en medio de la multitud se sienten menos amistosas. Eso es de esperarse. Muchos no me quieren aquí. Lo sé, no soy tonta. Son personas cuyos ancestros huyeron del imperio; y aquí estoy yo, representándolo, quiéralo o no. Me pregunto realmente qué tan bienvenida soy tras esta reluciente fachada. ¿Hay grafiti pidiendo una novia anthaesa en vez de una vairiana? ¿Pidiendo que la princesa bárbara sea enviada a casa? ¿Se preguntan si el antháem los está guiando, a través de la alianza, hacia la subyugación? ¿Hay rumores en la jerarquía de Con? No soy una princesa, no realmente, solo un soldado, como sigo intentando decirles a todos; solo una piloto. O al menos desearía serlo. No pertenezco aquí.
El palacio de Limasyll es más que medio jardín, lo sé porque he estudiado detenidamente la vista desde el balcón de mi cuartel. No he tenido mucho más que hacer desde que llegamos hace tres días. Me están dejando descansar y, supuestamente, acostumbrarme a la vida de aquí. Para ser sincera, estoy exhausta, así que aprecio el tiempo para dormir. Mirar los jardines de abajo es pacífico. Es tan tranquilo que es difícil imaginar que estamos en el centro de una ciudad. Hay un montón de rosas esparcidas debajo de mí, en las balaustradas y trepando por las paredes. El balcón es curvo, el mosaico de baldosas gira alrededor en tonos cremas y marrones suaves, estampado con animales y plantas en los selectos cuadrados pequeños. Las paredes brillan a la luz del sol. La torre central sobrepasa todo lo demás, la parte superior está cubierta con un domo hecho de paneles de cristal multicolor. Y el palacio de Limasyll, en sí, es un deleite para los ojos.
Pero lo que me fascina son los jardines, ordenados en gradas, cada uno con su propio balcón rebosante de vegetación y vida. Todas estas terrazas bajaban hacia el profundo valle, en el cual residen los jardines centrales, en el corazón de la ciudadela. En realidad no estoy segura de cuanto bajaban, aunque puedo divisar una serie de lagunas y riachuelos al fondo que reflejan el despejado cielo.
Hay arcos y pilares decorados, cubiertos con líneas de algún texto que no puedo entender, las cuales, a veces, parecen flores o enredaderas esculpidas en la piedra; tan perfectamente retratadas que parecen reales. También hay pinturas, domos y soles, árboles que se entrelazan para formar intricados patrones y algo que se parece claramente a un dragón, aunque había algo más insectil en ellos, más como una de las libélulas de casa. El imperio tiene muchas leyendas de esas criaturas, se cree que eres afortunado —o desafortunado— si te encuentras con una. Me pregunto si los anthaeses tienen historias similares. Están desde los tiempos más antiguos, desde el primer mundo en sí, leyendas que tuvieron lugar entre las estrellas, cumplidas por los hijos del imperio muchos años atrás.
Las personas de Anthaéus, engalanados con ropas elegantes con las cuales los vairianos solo podían soñar, caminan por avenidas adornadas con arcos, o a la sombra de la arcada que bordea los jardines. Tan delicadas y hermosas como árboles jóvenes, las columnas se elevan hasta capiteles delicados e intricados, hechos con hebras de piedra similares a telarañas. Incluso yo puedo apreciar la cantidad de habilidad arquitectónica que se requiere para hacerlos.
Y son antiguos. Muy antiguos. Tal vez emparchados y arreglados con métodos modernos, rebosante de la vida humana que se mudó a las ruinas luego de que la primera civilización desapareciera.
Durante el día la luz del sol inunda mi dormitorio, pero en la noche, las pesadas cortinas de terciopelo bloquean hasta la luz de la luna más brillante. Una suave briza entra por las arqueadas ventanas, y la cama con dosel es tan suave como un plumón. Aparte del dormitorio, hay un vestidor, un baño y un estudio con pantallas, tablets y tecnología incorporada en los espejos y tras los paneles. Se podía celebrar una cena para veinticinco personas en la antecámara, si se colocaba una mesa lo suficientemente larga. Y todo es para mí sola. Shae y mis guardias están ubicados en las habitaciones contiguas, y también hay cuarteles para los criados. Si escojo vivir aquí y nunca más visitar el resto del palacio, nunca querré más espacio o ayudantes.
Las mismas líneas y el mismo gusto para el lujo hacen de este, un lugar tan equipado como mi cabina en la nave espacial y los aposentos que me dieron aquí. La tecnología moderna se mezcla con la antigua, una elaborada decoración, integrada perfectamente como si siempre hubiera estado allí. ¿Quizás es la estética anthaés? Este compromiso por hacer todo hermoso, incluso lo más práctico. O es, como Con dijo, algo dejado por una raza que desapareció de este mundo hace mucho tiempo, y que fue puesto en uso por aquellos que lo colonizaron. Adoptaron. Aunque sigue siendo tan extraño.
Me parece hermoso, aunque de manera algo diferente a los exuberantes y amplios bosques verdes vairianos, y a las praderas que conozco; las crudas crestas de las montañas, la ondulante superficie de los océanos aguamarina. El expediente no le hace justicia. Y verlo, por fin, despierta algo instintivo en mí. Algunas de las flores, en los suntuosos jardines, son más grandes que yo; sus colores vívidos acentúan la vegetación verde como un signo de admiración. Los aromas merodean por todos lados —exóticos, estimulantes, relajantes—, en una variedad de combinaciones. Hay tanta vida y belleza por todos lados.
Hasta ahora mi vida en Anthaéus ha consistido de presentaciones, pequeñas recepciones y un montón de tiempo sin hacer nada. Pero queda claro que algo falta. La amplia terraza fuera de mi cuartel ofrece el perfecto lugar de entrenamiento, por lo que ésta mañana le pedí a Shae que reuniera mi guardia para entrenar. Shae no se opuso, lo cual ya era algo, pero tampoco luce muy feliz por ello. Ya no se ve feliz por nada. Me coloco en la línea, disfrutando el anonimato que me provee estar parada entre ellos usando ropas insulsas, con mi cabello recogido en el estilo más simple posible.
Mi manada de criadas se reúne un poco más lejos, observando. Se enfurecieron cuando las despaché esta mañana para escoger mi propia ropa, y se molestaron aún más cuando aparecí así. Sus ojos se amplían por el shock ante este indecoroso comportamiento extranjero, pero pronto su atención viaja hacia los guardias —hacia Dan y Thom en particular, cuyas buenas apariencias siempre atraen miradas de admiración— mientras la tropa comienza con el calentamiento, los saludos a los ancestros, la primera y segunda técnica. Los ejercicios centran la mente y perfeccionan el cuerpo. Solíamos hacerlo todas las mañanas en casa, cuando las cosas eran más simples, más fáciles. Cierro los ojos e imagino que nuevamente es así, que este sol sobre mi piel es vairiano.
Shae nos guía con su mirada distante y su voz muy calmada, voz que usa para mandar, con una cadencia tan familiar en aquellas palabras tan familiares. Es fácil seguirlo. Mi cuerpo cambia fluidamente de una posición a la otra. En la tercera y cuarta técnica, los movimientos se hacen más rápidos hasta que en la quinta técnica —combate— nos movemos tanto como bailarines como luchadores, concentrándonos, ya no, únicamente en nuestros cuerpos, sino en sincronizarnos con los demás, en movernos como uno solo. De tener solo los pasos y no el potencial para matar podríamos haber sido una tropa de bailarines. Peleo contra Shae, siendo respaldada por Jessam, apoyándome en su tamaño, el cual complementa mi velocidad. Paso, patada, giro, un agarre de mano para el equilibro e impulso, es algo rápido y decidido. No tengo tiempo de pensar en todas las otras cosas que me preocupan. Giro alrededor de Jessam y golpeo a Shae en el costado, casi tumbándolo. Mi compañero grita y salta sobre mí, al mismo tiempo que yo me agacho, terminando el trabajo. Shae se repliega, no cae, pero se retira, con una sonrisa sombría en su rostro.
—Bien —dice—. Petra sois la siguiente. Dan, preparaos para ser el apoyo. —Me hace una rígida reverencia, la cual regreso, pero no la reconoce. Entonces bien es todo lo que voy a obtener, e incluso eso tengo que compartirlo con Jessam. Mi compañero hace una mueca cómica y tengo que tragarme la risa.
Shae nos habría vencido a ambos de haber estado en una batalla. Todo su comportamiento lo dice. Lo observo luchar contra los otros, notando los detalles y matices que me dicen más de lo que él alguna vez me dirá. Está jugando con nosotros.
Cuando terminamos con una plegaria a los ancestros, una celebración a aquellos que nos perfeccionaron como guerreros, por fin noto que el pequeño grupo de criadas se convirtió en toda una congregación, observándonos con la boca y los ojos muy abiertos. Es demasiado tarde para hacer algo al respecto. Otra cosa que marca al contingente vairiano como diferente. Aunque, por otro lado ¿por qué debería importarme? Es una rutina de entrenamiento, pero también es parte de mi vida, parte de cada uno de nosotros y de todos nuestros ancestros. Muchos varianos quedaron huérfanos en la guerra. Es un ejercicio de unión. En diferentes maneras es importante para cada uno de nosotros. Si los eventos que han sucedido hasta ahora me han enseñado algo, es que seremos diferentes no importa lo que hagamos, y no tengo intención de cambiar como soy o de exigirle a mi gente que lo haga solo para encajar aquí.
Petra me ofrece una toalla y algo de agua, los cuales acepto agradecida.
—No esperaba una audiencia —También los notó.
—Solo somos la novedad.
—Siempre quise ser una atracción de circo, ¿vos no? —La otra mujer se ríe roncamente, mirando fijo a la multitud hasta que apartan la mirada—. ¿Qué creéis que hagan para ejercitarse? ¿Tal vez toda esa deambulación sin fin? ¿O acaso todo ese escándalo que buscan en las cosas más simples se encarga de ello?
Me rio, pero la voz de Shae nos llama la atención.
—Cuando hayáis terminado de cotillear… —dice. En este momento hay algo petulante en él, y no estoy segura de que me guste eso. Trama algo—… tenemos deberes de los que encargarnos.
Ellos los tenían. Yo no. Aparte de encontrarlo en las ceremonias, casi no he visto a Con. No sé si está demasiado ocupado o si es otra tradición aleatoria anthaesa que no logro comprender. Han pasado tres días y solo lo he visto en una cena con otros cincuenta o cien invitados, en dos almuerzos y en un concierto en el cual, entre la música y los buenos deseos, no pudimos hablar. En su mayoría solo nos sonreímos cordial e incómodamente y evitamos el contacto visual. Esto no va bien.
Me apoyo contra el barandal de piedra que bordea la terraza y bebo mi agua, mirando los jardines de abajo, preguntándome quien pudo construir este lugar. No fueron los colonizadores, aunque ellos se aprovecharon y adueñaron de su belleza. Todo es demasiado antiguo, aún más de lo que Con me había dado a entender. Las puertas son extrañamente amplias, y las ventanas redondas. Todo está hecho de curvas y espirales, apenas se puede encontrar una línea recta. Sin embargo, el expediente contiene pocos hechos sobre la cultura perdida de la cual me habló Con. Quien sea que fueron están extintos, desaparecieron hace milenios; aun así, sus edificios permanecen intactos. No muchos de ellos, pero aquellos que si lo están son hermosos y delicados. El resto de la tierra es salvaje, llena de cada recurso natural que se pueda desear. Con los edificios vacíos esperando ser habitados, los colonizadores se mudaron. Hace trescientos años, más o menos, la colonización humana de Anthaéus fue poco más que un paseo por el parque, un muy ornamentado parque. Vinieron aquí buscando refugio y encontraron un paraíso. Y algo más.
—¿Su alteza? —Una sobria voz me saca de mis pensamientos, casi dándome un ataque cardiaco.
Lady Elara está parada detrás de mí. La miro fijamente, como si a la mujer le hubiera crecido otra cabeza. ¿Qué está haciendo aquí? Apenas soy consciente, debido al crujido que escucho, de que había aplastado la botella de agua.
Elara se mueve incómodamente en el lugar.
—Su alteza, oficialmente me presento como su dama de compañía.
Por lo que a mí respecta lo que ella dice aún no tiene sentido. Toco el intercomunicador que ahora uso en mi muñeca, un brazalete enjoyado que en realidad es la tecnología de vanguardia disponible. Un regalo del antháem, me dijo Jondar al entregármelo. Más que ser la tecnología de vanguardia, es la artesanía anthaesa más sofisticada, hermosa e ingeniosa. Nunca había visto algo tan delicado, y en este momento les agradezco a mis ancestros por ello.
—¿Shae? Os necesito aquí.
Está aquí en tan solo un momento, con Thom y Dan junto a él. Todos lucen perfectamente frescos, ataviados con su uniforme diario, como si no hubieran estado sudando antes. Y yo todavía uso la ropa de entrenamiento, mi piel se siente pegajosa y demasiado brillante en comparación a la fresca y refinada belleza de la lady de la casa de Mericuse. Parezco como si hubiera estado trabajando en los campos y eso me pone los pelos de punta.
—Lady Elara —la saluda Shae con cordialidad—, llegasteis temprano.
—¿Os importaría explicar esto? —ladro.
—Bueno, vos necesitas una dama de compañía.
Espero que llegue alguna clase de revelación, pero no sucede nada. Las piezas encajan tan lento que es casi doloroso.
—¿Elara?
—¿Sí, su alteza? —Elara suena optimista, tan patéticamente diferente de la mujer que fue tan cruel y cínica. Por todos los mundos, ¿qué debo hacer con ella?
—Vos, quedaos aquí —le digo—. Shae, venid conmigo. ¡Ahora!
Lo conduzco hacia mi antecámara, la parte más exterior de mis aposentos privados, y cierro la puerta con fuerza tras nosotros. Lanzo la toalla hacia la puerta del vestidor, con tanta fuerza que golpea ruidosamente la pared.
—¿Por qué las palabras «Elara» y «dama de compañía» aparecen en la misma oración?
Shae me lanza su ridícula sonrisa magnífica, lo que significa que me pilló, probó ser más astuto que yo. Le encanta, y siempre me irrita demasiado. El impulso de abofetearlo es fuerte, aunque no es como si fuera a servir de algo. Shae interceptaría mi golpe antes de que siquiera pudiera acercarme a él. Es por eso que luce tan petulante.
—Necesitas una dama de compañía.
—No, no la necesito.
—Sí, la necesitas. Necesitas alguien que os ayude a navegar por esta corte. Un aliado. Ella es perfecta.
Mi cabeza me da vueltas, así que me pellizco el puente de la nariz para centrarme. ¿Está loco? ¿Acaso un golpe a la cabeza le dañó el cerebro? No creo que en realidad alguno de nosotros lograra golpearlo durante el entrenamiento, pero quizás no lo vi. Quizás todos lo habían atacado en grupo mientras no observaba.
—¿Perfecta porque es una completa bruja? ¿O porque su sirviente intentó matarme? Y, por supuesto, aun no tenemos una respuesta sobre quien intentó sabotear la Adelina. Así que, ¿cuál es? Explicádmelo.
Shae niega con la cabeza, lentamente, como si yo estuviera siendo estúpida y exasperante, y él muy, muy paciente.
—Elara estaba bajo custodia cuando la nave fue saboteada. Y vuestro aspirante asesino manipuló el sistema para ser contratado. Ella está limpia. Tal vez es algo ingenua, pero eso es todo. No cometerá el mismo error de nuevo. Fue escogida para Elyssa y pasó cada revisión de seguridad. Quiere limpiar su nombre, será tan leal a vos que hará cualquier cosa por vos. Necesita que demuestres vuestra confianza en ella, de lo contrario nunca podrá volver a tener una posición en la corte. Y preferiría morir a perder su posición. Como veréis, es perfecta.
Mi mente está dando vueltas.
—¿Quién pensó en eso? ¿Jondar?
Tuvo que ser Jondar. Es tan condenadamente astuto para su propio bien. Lo bastante sagaz para poner a Elara firmemente en su lugar. Jondar amaría esto.
—En realidad, fui yo —dice Shae sonando un poco ofendido por el hecho de que hubiera pensado en el príncipe antes que en él.
Lo miro fijamente, sorprendida. Ni siquiera estoy segura de que hacer con esto.
—Shae —lo reprendo e intento volverlo una broma, porque las bromas son más fáciles. Mucho más fáciles que explotar frente a él—, ¿desde cuándo eres tan cruel?
Shae se encoje de hombros, un poco aplacado y una lenta sonrisa se forma en su sensual boca. No he dejado de soñar con esa boca, quizás nunca lo haga. Pero en este momento estoy tan enojada con él que voy a intentarlo.
—Lo que sea que funcione.
—¿Y no tiene relevancia el hecho de que no la quiero cerca de mí?
—Para nada. Mira, Bel, no tenemos tiempo para traer a alguien desde casa, o para hacer esa clase de revisión de seguridad en otra persona adecuada; incluso si lo tuviéramos, no hay nadie más con la información y conexiones que esa mujer posee. Esta corte es lo suyo. Ha trabajado allí toda la vida. Confía en mí, es perfecto. Estaré allí todo el tiempo, a tan solo una conexión de intercomunicador. Petra está ubicada en el balcón y Thom está en el pasillo de afuera. Lo sabes, Bel. Siempre estamos contigo.
Perfecto, claro. Y mis sentimientos no importan. Por otro lado, no han importado desde que toda esta pesadilla comenzó. Si mis sentimientos importaran ninguno de nosotros estaría aquí.
«Siempre estamos contigo», dijo. Si tan solo aquello fuera cierto.
—Bien —digo con un suspiro, aun cuando no está bien, y otro peso recae sobre mis hombros. Es solo otra cosa que soportar, y él tiene razón. Desgraciado—. Bien, pero si ella intenta asesinarme, haré que te arrepientas demasiado.
Shae me lanza una mirada divertida, que muestra más de su antiguo sentido del humor de lo que he visto en un tiempo.
—No si tiene éxito, Bel
—Oh, si ella tiene éxito, Shae, planeo regresar de entre los muertos para probar el punto.
Hay un tenso momento, y luego se ríe. Una risa tan descomplicada y relajada que casi olvido donde estamos y que está sucediendo. Y nuevamente me llamó Bel, casi como en los viejos tiempos. Extrañaba eso. No puedo evitar reírme con él.
Cuando Shae se marcha aún está sonriendo. Al parecer todo es una enorme broma para él. Maravilloso.
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