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Primas cupcake capítulo 5

Publicado el 22 de enero del 2024

Capítulo cinco

Lo tienen en los ojos


A la mañana siguiente, Willow y Delia abrieron la puerta de su habitación solo para ver al tío Delvan allí parado, luchando torpemente por sostener un paquete. Willow observó el cuadrado plano que media cerca de un metro de ancho, y que estaba envuelto en brillante papel blanco, y supo de inmediato que era un regalo de boda.

—¿Les importa si escondo esto en su habitación, niñas? —preguntó—. Rosie tiene colgado su vestido de novia en nuestro closet. Le preocupa que Jonathan lo vaya a ver antes del sábado si lo guarda en su habitación, y que eso vaya a traerles mala suerte. Algunas personas por aquí son muy supersticiosas.

Willow palmeó el bolsillo donde guardaba su centavo de la suerte, y Delia y ella sonrieron. Definitivamente la tía Rosie no era la única supersticiosa.

—¿Es una de tus pinturas? —preguntó Willow, ayudando a deslizar el regalo bajo la cama de Delia, la cual Willow notó que de alguna manera ya estaba arreglada—. Desearía que me enseñaras a dibujar y pintar. Serías un gran profesor.

El tío Delvan pasó sus dedos por su barba de chivo y se encogió de hombros.

—Nunca pensé en trabajar con niños de la manera que tu mamá lo hace, Willow. Quizás es un trabajo que debería considerar.

Justo en ese momento Bernice entró en la habitación meneando la cola. Saludó al tío Delvan y a Delia con empujones y olfateadas, luego se tiró a los pies de Willow.

—¿Qué es esa cosa rosada en la que está acostada Bernice? —preguntó el tío Delvan, mirando de cerca el revoltijo de tela que estaba en el piso bajo el pelo negro, marrón y blanco de Bernice.

—Oh, ¿eso? —preguntó Delia, intentando sonar inocente—. Eso es solo una de las… ammm… cosas.

El tío Delvan negó con la cabeza.

—Tienen que cuidar mejor esos vestidos, niñas —dijo, llamando a Bernice para que lo siguiera mientras salía de la habitación—. Si Rosie ve eso, puede tener la impresión de que no quieren ser las niñas de las flores para su boda.

Delia le lanzó a Willow una mirada cómplice, luego colgó el vestido en un gancho cerca del closet.

Las primas bajaron las escaleras, siguiendo el delicioso aroma del desayuno que flotaba por la casa. Acababan de llegar al comedor cuando se toparon con Violet y Darlene saliendo de la cocina. Willow juraría que vio resplandecer sus labios con brillo labial, atrapando la luz del sol de verano como ventanas de vidrio manchadas.

—Se ven elegantes —dijo, intentando ignorar las medallas que Violet tenía colgadas en el cuello. Willow se mordió el labio inferior, deseando haberse lavado los dientes en vez de solo haber compartido mentas con Delia.

Willow y Dellia observando las estrellas
Ilustración por Brooke Boynton Hughes

—¿Ya se bañaron? —preguntó Delia sorprendida. Pero era obvio que sus hermanas mayores se habían bañado. Willow podía oler levemente el jabón desde donde estaban paradas. El aroma se mezclaba extrañamente con el olor del tocino proveniente del otro lado de la puerta de la cocina.

Willow no estaba totalmente segura de porque alguien se molestaría en bañarse cuando de todas formas iban a meterse más tarde al lago. Sacó de su bolsillo trasero su sombrero de ala azul y se lo colocó sobre su nudo de rizos, esperando ocultar el hecho de que —al igual que con sus dientes— un cepillo no había tocado su cabello.

—Nosotras de hecho sí creemos en bañarnos —dijo Darlene sarcásticamente mientras se aplicaba en los labios otra capa de brillo labial—. Un día entenderás nuestra forma de pensar, Delia.

Mientras las hermanas Dees se ponían en guardia —Darlene sonriendo con superioridad, Delia mirándola con desdén—, Willow no pudo evitar notar lo mucho que se parecían. Tenían los mismos brazos y piernas largas, la misma cara con forma de corazón de la tía Deenie. La misma forma elegante de moverse. Aquello no pasaba con las hermanas Sweeney. Willow y Violet parecían venir de planetas diferentes.

Violet tenía la piel ligeramente bronceada, y cabello liso que obedecía las reglas de la gravedad. Era el abundante y hermoso cabello castaño Bumpus, el mismo cabello que tenían su mamá, la tía Rosie y la tía Deenie.

Willow, por el otro lado, tenía la piel usualmente rosada —que se ponía cada vez más rosa durante el verano—, y un cabello que no obedecía ninguna regla. Aparte de tener la piel llena de pecas de su padre, no había casi nada en Willow que se asimilara a alguien más de la familia. Excepto por sus ojos. Willow tenía los mimos ojos del abuelo Bumpus, y, por algún milagro, también los tenía Delia.

La gente solía decir que era algo extraordinario cuando veían por primera vez a Delia y a Willow juntas. Sus pieles eran tan diferentes como la mantequilla de maní de la gelatina —«Delia es la cálida y suave crema» le gustaba decir a Willow, «y yo soy la conserva de frambuesa… con las semillas»—. Pero sus ojos eran del mismo café claro, casi del mismo color del ámbar.

Al tener el mismo color de ojos, Willow sentía que ella y Delia eran las verdaderas hermanas de la familia. Veían las cosas de la misma manera.

—Más cercanas que primas, más fuertes que hermanas, más grandes que mejores amigas —les gustaba decir. Willow y Delia eran primas + hermanas + mejores amigas, todo junto.

Justo en ese momento la puerta de la cocina se abrió, y la mamá de Willow entró en el comedor bebiendo de una taza de café.

—Willow, eres justo la persona que buscaba —comenzó—. Quiero que tú y Delia incluyan a Dulce William esta semana. No puede estar molestando al señor Henry y a la nueva administradora de banquetes, la señorita… ¿cómo era su nombre?

—Cat —dijeron Willow y Delia al mismo tiempo.

—¿Dulce William encontró un gato? ¡Tienen que estar bromeando!

—No, tía Aggie —la corrigió Delia riéndose—. El nombre de la administradora de banquetes es Cat.

La mamá de Willow tomó un sorbo de su café, luego comenzó a palpar su cabeza hasta que encontró uno de los lápices que siempre metía en su cabello.

—Bueno, eso es justo el tipo de cosa que quiero evitar. Sin gatos, perros, o cualquier clase de animal que regrese con nosotros a Chicago. ¡Dulce William ya soltó sus grillos en el pórtico del querido señor Henry!

De repente Dulce William entró corriendo por la puerta trasera, Bernice jadeaba tras él, alcanzándolo.

—El señor Henry dijo que había ranas cerca del sauce —gritó, mostrándoles un brillante cubo de arena rojo con el cual debía estar planeando recoger las ranas—. ¡Bernice y yo vamos a atrapar algunas!

La mamá de Willow gimió, pidiéndole a Dulce William dejar la naturaleza justo donde la encontraba. Pero mientras él corría hacia la puerta principal, Bernice se detuvo en seco, olfateó el aire y luego se dirigió hacia la cocina.

—Cat cocinó tocino, ¿verdad? —preguntó Willow, segura de cuál iba a ser la respuesta.

—Saquen a Bernice de aquí —ordenó Violet. Las medallas alrededor de su cuello tintinearon ruidosamente cuando se movió—. Saben que no se puede confiar en ella cuando hay tocino cerca. Y Cat no quiere tener nada que ver con perros, o grillos, ¡o ranas!

Cuando Willow y Delia ayudaron a Dulce William a persuadir a su peluda amiga amante del tocino para que se fuera de la cocina, la mamá de Willow abrió su libreta de notas.

—Ahora escuchen, porque todos vamos a estar ocupados esta semana. Violet y Darlene van a venir con nosotras hoy a la prueba de vestido de la tía Rosie —comenzó, tachando con su lápiz algunas cosas de otra de sus listas—. Willow, tú y Delia no necesitan venir. Violet y Darlene se desarrollaron durante el verano, así que sus vestidos necesitan ajustarse…

Willow arrugó la nariz ante la idea de las figuras cambiantes de Violet y Darlene. Delia se tapó los oídos con los dedos y comenzó a tararear «La-la-la».

Ambas se volvieron hacia la mamá de Willow.

—…pero ustedes tres necesitan mantenerse juntos. Sin deambular, sin problemas, sin nuevas mascotas. Y por favor no dejen que Bernice moleste a la señorita Cat. Ella tiene que cocinar. Ya saben, no queremos terminar en la caseta para perros.

Y entonces clavó nuevamente el lápiz en su cabello y subió las escaleras, riéndose de su propia broma.

Al final Willow y Delia lograron que Bernice se levantara y la enviaron marchando por la puerta con Dulce William. Luego tímidamente entraron en la cocina.

Cat estaba frente a la estufa, de espalda a ellas. Ambas primas se miraron con preocupación. Qué iba a ser peor: ¿entretener a Dulce William y a Bernice, o intentar ser amable con Cat luego del amargo inicio de ayer?

—Todosss tienen un par de pretenciossoss en la familia, ¿eh? —dijo Cat alargando las palabras, su acento era tan espeso como las gachas—. Misss hermanasss mayoresss eran tan malasss como zorrrillosss. Con las narices tan elevadasss que casssi ssse ahogaban cada vezzz que llovía. Cuando mi ressstaurante fue el másss popular del lugar en Mississippi, venían a quejarssse sobre las largasss filasss. Nunca me dieron un descanssso.

Cat aun no las miraba, pero sonaba casi amigable. Willow abrió la boca sorprendida y Delia aplaudió silenciosamente a espaldas de Cat. Después de todo, quizás ella no era tan cascarrabias.

—El ssseñor Henrrry cree que el sol sale y se pone con ustedesss —continuó Cat, finalmente dándose la vuelta, mostrando dos platos llenos de tocino, huevos, gofres y bayas brillantes—, así que pensssé que deberíamosss intentar empezarrr de nuevo.

Willow y Dellia observando las estrellas
Ilustración por Brooke Boynton Hughes

Willow y Delia agarraron los tenedores y se subieron a dos de los altos taburetes que estaban frente a la amplia isla de mármol. Mientras Willow guardaba su sombrero de ala en su bolsillo, Cat le añadió crema a su café y se sentó frente a ellas. Se veía más arreglada hoy usando aquel delantal blanco y liso, y sus gafas hacían que sus ojos parecieran felinos. Su cabello era tan amarillo como los macarrones, y Willow pensó que también se veía ondulado como los fideos. Ayer Cat parecía un gigante, con enormes manos y dedos como salchichas. Hoy se veía más gentil. Willow se dio cuenta de que no usaba joyería, ni un solo brazalete, arete, o incluso un anillo de matrimonio.

—El desayuno está delicioso —comenzó Delia, limpiándose cuidadosamente las comisuras de la boca con su servilleta—. ¿Nos enseñarías algunos de tus secretos de cocina? Aprendemos rápido.

Willow comió unos cuantos bocados más de su gofre y estudió la expresión de Cat. Delia planeaba algo. Si Cat había manejado su propio restaurante —y por como sonaba, uno popular—, realmente podría ayudarlas a impresionar a la tía Rosie.

—Seguramente tienes un montón de trucos de cocina guardados bajo la manga —dijo Willow con la boca llena de gofres—. Con nosotras en tu equipo, ¡impresionaremos a todos!

Delia asintió.

—Puedes ayudarnos a cocinar postres super elaborados como cupcakes con cristales de azúcar, piruletas de bizcocho lindas y pequeñas, ¡quizás hasta una fuente de chocolate!

Cat sacudió la mano desestimándolas, como si fueran mosquitos.

—No estoy en posición de ayudar a nadie —dijo con la boca tan apretada que parecía una uva pasa—. Ahora, ¿qué dicen si llevan esos baldes al pórtico trasero y van aquí al lado a recoger algunos arándanos? Si luego tengo tiempo, quizás les enseñe como hacer una compota.

Era obvio que Cat solo quería darles algo —cualquier cosa— que mantuviera a Delia y a Willow fuera de su cocina. Las primas aceptaron con renuencia, y Willow intentó verle el lado bueno.

—¡Tal vez esto es una oportunidad! Todos tienen que comenzar en algún lado, ¿verdad? —susurró con optimismo, mientras llevaban sus platos al fregadero—. De alguna manera esto nos hace sous-chefs.

Pero Delia dijo en un susurro que no podían ser sous-chefs hasta que no aprendieran como pronunciarlo apropiadamente.

O hasta que no supieran que era una compota.

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