Disable copy and paste

Voz de poder capítulo 9

Ilustración del mapa por Rebecca E Paavo

Publicado el 15 de enero del 2024

Capítulo nueve


Un barboteo de voces llenó la habitación mientras cada jefe consultaba con su sequito o discutían entre sí. Los observé a todos, mi mirada escaneaba la habitación hasta que vi a una nueva figura que no había notado antes. La única túnica blanca que había en la habitación aparte de la mía.

El príncipe Lucas estaba sentado en una silla cerca a la puerta, no había nadie junto a él. ¿Cuándo había entrado? ¿Cuánto había visto? Tragué y encontré su mirada con osadía. No tenía nada de qué estar avergonzada.

Sus brazos estaban cruzados sobre su pecho, su cabeza descansaba contra la pared. Sus ojos sostuvieron los míos, en su rostro había una mirada de profunda incertidumbre. Era una expresión que no pertenecía con sus rasgos confiados, y me estremeció. Casi tanto como el asombro que vi acechando bajo ella.

Incluso este príncipe, que claramente me odiaba, pensaba que mi poder era increíble. Todos parecían pensar eso, pero no tenía idea de donde había venido o cómo hacerlo de nuevo.

Mientras sosteníamos nuestras miradas, su rostro regresó poco a poco a su habitual arrogancia altiva. Casi aparté la vista, pero antes de que pudiera hacerlo sus ojos se volvieron hacia el lado, fijándose en el general Thaddeus. Había dejado de intentar seguir las diversas conversaciones en la habitación, pero mi atención siguió la del príncipe y lo que escuché me hizo retroceder un paso.

Mi movimiento hizo que los ojos de Lucas volvieran fugazmente a mí, pero de inmediato regresaron al general.

—Esto no puede ser permitido —rugió el general Thaddeus—. Todos lo vieron con sus propios ojos, ella desató el poder con una sola palabra. Cielos, podría dar un simple saludo mañana y pues derrumbar todo el edificio.

—¿Eso crees? —Los curiosos ojos de Jessamine se volvieron hacia mí—. Ha pronunciado muchas palabras desde que se unió a nosotros en esta habitación, y no he sentido ni la más mínima agitación de poder. ¿Lo ha sentido alguno de ustedes? —No se volvió a mirar a ninguno de ellos, claramente no esperaba una respuesta—. Esto debe ser estudiado y…

—¿Estudiado?, desde luego —interrumpió Lorcan—, pero ella también debe aprender control. Y no hay duda que la Academia es el lugar para tal iniciativa —Fijó una dura mirada en Jessamine y ella se recostó contra su asiento, dando un pequeño suspiro.

¿Había estado a punto de crear un argumento para llevarme a la universidad? Por un momento la idea llenó mi mente. Jasper estaba en la universidad, pero la expresión de su rostro hizo que cualquier entusiasmo se redujera a nada. Aquí al menos era una aprendiz. Sospechaba que en la universidad no sería nada más que un objeto de pruebas. ¿Quién sabía si incluso tendría la oportunidad de buscar a mi hermano?

—¡Se los digo, es una amenaza para nuestra seguridad! —gritó el general—. No puede permitírsele deambular por la Academia.

—¿Con exactitud qué es lo que estás sugiriendo, Thaddeus? —preguntó Phyllida que hasta ahora había permanecido, en gran parte, callada—. No ha roto ninguna de nuestras leyes, ¿o viste algo que yo pasé por alto, Lennox? —Levantó una ceja hacia el jefe del cuerpo de seguridad.

Con reticencia Lennox negó con la cabeza.

Thaddeus solo pareció enfurecerse más.

—Eso no viene al caso. Las leyes están para protegernos a todos. Ellas nos sirven, no al revés. Es obvio que ella es una amenaza.

—Entonces, repito, ¿qué es exactamente lo que sugieres?

Se desanimó un poco, pero la mirada que fijó en mí era inevitablemente fría.

—Por supuesto, es desgraciado. Como siempre lo es. Pero se debe lidiar con el poder descontrolado de manera rápida y definitiva. Solo hay una forma.

Un fuerte jadeo resonó por la habitación y me tomó un momento darme cuenta que provino de mí.

Entonces el caos estalló de nuevo cuando todos los magos vestidos con túnicas negra en la habitación protestaron por encima de las voces de los demás.

—En verdad no puedes estar considerando tal cosa —dijo Lorcan, el más cercano a mí—. Cielos, ni siquiera hemos empezado a entender…

—Suficiente —Una nueva voz se unió a la de la multitud, y todos guardaron silencio. Lucas se apartó de la pared y se levantó, mirando con frialdad alrededor de la habitación. Aunque solo tenía diecisiete cada adulto presente lo observaba en silencio.

—No se ejecutará a Elena.

Mi nombre sonó impactante en sus labios, era la primera vez que alguien a parte de mí lo había dicho en esta habitación. El duque Lennox, que había parecido casi tan enfurecido como el general, apartó su mirada de mí. Solo Thaddeus continuó mirando de manera amenazante en mi dirección.

—Pero su alteza…

—No —Lucas no mostró inquietud por hablarle de tal manera a este conjunto de gente importante—. Aún hay mucho que considerar aquí, incluso más allá del entendimiento teórico sobre cómo el poder puede ser controlado y usado —Su mirada se clavó en el general—. Estoy seguro que, si el general Griffith estuviera aquí, ya se le habría ocurrido que no podemos permitirnos dejar pasar tan nuevo acontecimiento sin estudiarlo con más detalle.

El ceño de Thaddeus se frunció, como si estuviera considerando las palabras del príncipe.

—Mi preocupación siempre será por su seguridad, su alteza, y por la de su familia.

Lucas asintió.

—Y tu servicio es apreciado, primo.

Recordé que la reina había sido una Stantorn justo como Thaddeus lo era. Tal vez esa incluso había sido la razón de su nombramiento para el rol de jefe de la guardia real.

—Tú ves la amenaza inherente en este nuevo y alarmante acontecimiento —continuó el príncipe—. Al igual que yo. Y me encuentro considerando cual podría ser el resultado si no somos los únicos en descubrirlo.

Guardó silencio por un momento y toda la habitación se detuvo, considerando sus palabras.

—Tenemos enemigos en nuestras fronteras, Thaddeus. Lo sabes tan bien como yo. No podemos deshacernos de esta oportunidad de estudiar una fuerza tan poderosa. Porque puedes estar seguro que los kallorwénianos no lo harían si tal oportunidad se les presentara.

El sonido de suficientes inhalaciones me dijo que al menos algunos en esta habitación aún tenían que considerar esa posibilidad. Sabía poco sobre las líneas de frente, pero la idea de que las fuerzas kallorwénianas fueran capaces de componer con palabras habladas, me aterrorizaba. Aterrorizaba, pero tenía que admitir que también me emocionaba. ¿Podría ser posible que hubiera otros como yo allá afuera?

—Sé que mi padre te envió para evaluar la amenaza, Thaddeus —añadió Lucas luego de un momento—, pero también sé que vería lo mismo que yo. Una amenaza, sí, pero también una posibilidad. Debemos dejar que las túnicas negras hagan su trabajo, y así todos podríamos sacar una gran recompensa de ello —Sus ojos volvieron a mí—. Tal vez incluso terminar con la agresión kallorwéniana.

Inhalé. Sus palabras me habían mantenido cautiva al igual que a todos en la habitación, y ahora mis rodillas se sentían tan débiles que deseaba tener una silla en la que sentarme. ¿Podría ser posible? Si los magos de aquí y de la universidad fueran capaces de liberar el secreto de la magia hablada, ¿podría traer el fin de la guerra incluso antes de que tuviera que enlistarme? ¿Podría hacer eso? ¿Podría salvar a Clemmy y a mí misma? La revelación se sentía demasiado atractiva para ser posible.

—El príncipe habla con sabiduría —dijo Lennox, sus palabras eran lentas y calculadas—. Aquí no hubo ninguna ley rota ni lectura ilícita. Ni Phyllida ni yo tenemos jurisdicción aquí. Y ahora que esta chica es una aprendiz, está bajo la autoridad de Lorcan. No veo más labor para mí aquí.

Se colocó de pie y luego de un momento de vacilación, Phyllida imitó sus movimientos. Pareció como si fuera a hablar, pero en su lugar solo hizo un gesto con la cabeza hacia Lorcan y Jessamine antes de ejecutar una semi-reverencia ante el príncipe Lucas y salir tranquilamente de la habitación. Lennox la siguió, sus rojos estaban agrupados a su alrededor.

Con reticencia el general también se colocó de pie, pero se detuvo en la puerta para hablar con el príncipe.

—Algunas amenazas son demasiado peligrosas para jugar con ellas, su alteza. No es bueno que la convierta en su mascota. No cuando podría ser la ruina de todos.

Pensé que sus palabras ofenderían a Lucas, pero el príncipe solo se rió.

—No tengo el hábito de tener mascotas, general.

Thaddeus me miró otra vez, aún estaba petrificada en el centro de la habitación.

—Solo espero que no.

Y entonces se marchó, y no sabía si estar furiosa o aliviada. Por un momento Lucas me miró y no pude leer su expresión. Me había defendido. Tal vez, incluso me había salvado. Aunque no lo había hecho por alguna consideración hacia mí. Y, aun así, sus ojos expresaban algo que deseaba desesperadamente poder entender en este momento.

Y luego salió de la habitación sin decir nada más.

—Bueno, eso salió tan bien como podría esperarse, creo —dijo Jessamine detrás de mí.

—En efecto —Lorcan sonaba pensativo.

—Mandar a llamar al príncipe fue una idea acertada —añadió la directora de la universidad—. Creo que inclinó la balanza en favor nuestro.

—Por ahora —dijo Lorcan con un suspiro—, pero escuchaste lo que dijo Thaddeus al final. No estaba convencido. Apuesto que tendremos más batallas en nuestras manos.

—Aunque eso es de esperarse —Jessamine no sonaba para nada desanimada—. Gracias al cielo en estos momentos tenemos números tan fuertes en el consejo.

El sonido de alguien aclarándose la garganta me hizo sobresaltarme. Jocasta levantó una ceja y me hizo un gesto para que la siguiera fuera de la habitación. Me sonrojé al ser atrapada de manera tan obvia escuchando la conversación de los dos directores.

Y sin embargo, mientras la seguía de regreso a la biblioteca, mi boca relevó a mi cerebro una vez más y espetó la pregunta que había en mi mente.

—¿Qué quiso decir con tener números en el consejo?

Jocasta me devolvió la mirada y suspiró. Entramos juntas en la librería y señaló hacia el cuarto de al lado que había ocupado por un breve tiempo.

—Estaré allí en un momento.

Esta vez no me senté, tenía demasiada energía nerviosa. En su lugar me moví con inquietud, caminando de un lado a otro de la habitación, y pasando mis manos a lo largo de los respaldares de las sillas. Cuando Jocasta apareció en la puerta, levantó las cejas y de inmediato me senté en el asiento más cercano.

Cerró la puerta tras ella, suspirando de nuevo.

—Es fácil olvidar cuan poco debes saber —Señaló a los pergaminos y a las plumas que acababa de depositar en la mesa—. Y esto es solo el inicio de ello.

La miré con expectativa, y se frotó la yema de los dedos contra sus sienes.

—¿Al menos sabes sobre el Consejo de Magos?

Asentí.

—Bien. Pensé que eso lo debían enseñar en las escuelas. Bueno en este momento, los miembros de los Callinos tienen cuatro de las posiciones. El director de la Academia, la directora de la universidad, la jefa de los buscadores, y el jefe de los sanadores. El general Thaddeus puede hablar con intensidad, pero los Stantorn solo tienen su posición y la del jefe de los creadores. Ninguno de los Devoras estuvo allí hoy, pero normalmente puede contarse con que se aliaran con los Stantorn.

Se detuvo y frunció el ceño.

—Aunque con los argumentos del príncipe, nunca se sabe. El general Griffith podría ser persuadido…

Se interrumpió, y se sacudió.

—El jefe de los cultivadores también proviene de los Devoras, así que eso deja ambos lados con la misma cantidad de números: cuatro contra cuatro. Entonces en estos días, los Ellington a menudo son el voto decisivo. Y el príncipe Lucas parece haber convencido al duque Lennox. El otro Ellington del consejo, el jefe de los manipuladores del viento, lo seguirá si decide aliarse con los Callinos.

Me dirigió una mirada de consideración.

—Y eso es antes del apoyo de la realeza en sí. Si el príncipe tiene razón sobre su padre, entonces parece que tu posición aquí está a salvo por el momento.

—Que reconfortante —murmuré sin pensar.

Jocasta se rió, aunque no era exactamente un sonido amigable.

—Bienvenida al mundo de las grandes familias. Aprenderás a vivir en él, al igual que lo hizo el resto de nosotros.

Levanté la vista hacia ella. ¿Le molestaba? ¿Le molestaba a los demás de las familias menores de magos? Pero si Jocasta vio la pregunta en mis ojos, no tenía ninguna intención de responderla. Le dio un brusco golpe con el dedo a la pila de pergamino frente a ella.

—Entonces. Lectura y escritura. Tienes mucho que aprender.

Y de alguna manera increíble, los eventos de la última hora salieron de mi mente. Por fin iba a desbloquear los misterios de la palabra escrita.

Capítulo anterior    Lista de capítulos    Capítulo siguiente

Publicar un comentario