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Voz de poder capítulo 14

Ilustración del mapa por Rebecca E Paavo

Publicado el 31 de marzo del 2024

Capítulo catorce


Aun cuando las voces se alejaron y el nítido sonido de las puertas abriéndose y cerrándose resonó por el patio, Lucas continuó sosteniéndome en el lugar. Solo que ahora su mirada pasó de estar posada en algo sobre mi hombro a estar sobre mi boca. Rápidamente la cerré.

Por un momento permanecimos allí, en nuestra extraña posición, a centímetros de estar abrazados. Mi corazón latía con fuerza, aunque no podía pensar con la suficiente claridad para descubrir el porqué. ¿Debería estar asustada de algo? ¿De algo más aparte del mensaje en los brillantes ojos de Lucas que nunca pude comprender?

—¿Acaso alguien dijo…? ¿Ese era… el general Griffith? —logré decir. Tan solo su nombre era sinónimo del frente y de todo lo que crecí temiendo.

Lucas asintió, sus ojos se apartaron de mi rostro mientras me empujaba hacia atrás. Aunque mantuvo un agarre suave en uno de mis brazos, como si temiera que fuera a salir corriendo tras el general.

—Pero, pensé que estaba en el frente.

—Lo estaba.

La mirada de Lucas seguía recorriendo el patio, aunque un breve vistazo me dijo que ahora estaba vacío. No cabía duda que los diversos residentes de la universidad se habían apresurado a llegar al comedor, al igual que mi hermano.

—Pero, ¿qué estaba haciendo aquí?

Lucas se encogió de hombros.

—Me imagino que consultando con Jessamine. O incluso visitando a Julián.

Cuando lo miré confundido, hizo un gutural sonido impaciente.

—El hijo mayor del general. El hermano de los mellizos. Está pasando una breve temporada aquí en la universidad.

—Ah —A pesar de mi creciente animadversión, intenté no fulminarlo con la mirada o decir algo que mi hermano desaprobaría. ¿Por qué debería saber quién era Julián?

Lucas meneó la cabeza con desaprobación.

—Eres como un niño, no sabes nada. ¿De quién fue la brillante idea de dejarte salir de la Academia?

Me enderecé, zafándome de su agarré con un tirón.

—De todas maneras, ¿qué estás haciendo aquí? —Frunció el ceño—. Este es casi el último lugar donde deberías estar.

—Me dijeron que el acceso a la universidad estaba abierto para el público —le respondí con frialdad, luchando por mantener mi decisión de cuidar lo que decía.

Lucas dejó salir una carcajada.

—A duras penas eres el público, Elena.

Solté el aire con un siseo, viéndome forzada a recordar las palabras desconsideradas de Córalie. ¿Estos magos en verdad pensaban que eran los únicos que existían en el mundo? No, solo que eran los únicos que importaban.

—Nadie me dejó salir de la Academia —espeté—. Solo estoy tomándome el día libre, como hacen todos los demás. Y para tu información, estaba visitando a mi hermano. Aunque no me había dado cuenta de que necesitara darte un informe de todos mis movimientos.

Lucas se frotó la cara con una mano.

—Cierto, me había olvidado de tu hermano.

Me detuve, mi corazón latía fuertemente, el miedo se mezclaba con mi enojo. ¿Lucas sabía sobre Jasper? Las palabras de mi hermano daban vueltas en mi cabeza. «Muchos ojos están puestos sobre ti. Ojos poderosos».

Y por alguna razón, el príncipe me había jalado lejos del camino del general Griffith. Quiso mantenerme fuera del alcance de uno de esos pares de ojos poderosos.

Sentí una nueva punzada ante sus palabras. En verdad no sabía nada sobre el mundo que ahora habitaba. Fui tonta al olvidar que la burbuja de la Academia flotaba en una piscina mucho más grande, y que en cualquier momento esa burbuja podría reventarse, y las aguas se apresurarían a hundirme.

Abrí mi boca, pero la mirada frustrada de Lucas me arrebató las palabras. Aquello seguramente era lo mejor, ya que solo había estado lejos de mi hermano unos cuantos minutos y ya me las había arreglado para darle rienda suelta a mi lengua.

Di media vuelta y me apresuré a cruzar el patio y a salir por las puertas. Esta vez ninguna voz dijo mi nombre y ninguna mano intentó detenerme.

Luego de eso mantuve un perfil bajo durante las clases, intentando recordar la advertencia de mi hermano. No ayudaba que cada vez que veía a Lucas, podía sentir sus manos agarrando mis brazos y recordar cómo se veía su rostro a tan solo unos centímetros de distancia del mío. ¿Tenía razón al pensar que estaba protegiéndome? Y si era así, ¿por qué?

Varias veces lo atrapé mirándome más de lo normal, pero no hizo ningún intento de hablar conmigo o de mencionar nuestro encuentro en la universidad. Sin más explosiones descontroladas los demás estudiantes volvieron poco a poco a sus asientos habituales, solo Natalya y Lavinia obstinadamente permanecieron tan lejos de mí como podían.

Había dejado de buscar los materiales de lectura de Jocasta, debido a que ya me había asignado suficientes textos de composición que ya no estaba perdida en clases. Y entonces por fin llegó el día cuando Redmond hizo una pregunta y sin pensarlo abrí la boca y la respondí.

Hizo una larga pausa, su respiración era pesada y entrecerró los ojos, pero obviamente no pudo encontrar fallos en mi respuesta.

—En efecto —dijo con voz monótona, y continuó con la lección.

Córalie me sonrió triunfante, aunque yo ya estaba deseando no haber hablado y me propuse no volverlo hacer. Lo último que necesitaba era atraer la ira de Redmond.

Pero entonces atrapé a Lucas mirándome desde el escritorio de al lado, y se veía bastante descontento. Lo fulminé con la mirada, mi postura era erguida y firme. Luego de eso me esforcé por contestar una pregunta en cada clase. Al parecer el príncipe necesitaba que le recordaran que tenía súbditos inteligentes entre las personas normales.

Cada pocos días pasaba por la biblioteca para consultar con Walden y cada vez se le ocurría alguna estrategia nueva para que intentara y me la enseñaba en su oficina, pero mis palabras siempre salían de mis labios, sin vida y aburridas.

De alguna manera el entusiasmo del director de la biblioteca no mermó, como si entre más grande fuera el desafío, más le encantaba. La única vez que llegué más temprano de lo que él me esperaba, lo encontré vagando por las estanterías, murmurando para sí, sus brillantes ojos viajaban de libro a libro.

Esa vez también me tropecé con Jocasta, y su mirada reprobadora siguió mis movimientos. Luego de eso no volví a llegar temprano. Mi lectura había mejorado tanto que ya no necesitaba sus ejercicios, y Walden era un tutor mucho más agradable de lo que ella alguna vez fue.

En las clases de combate había rumores de que pronto pasaríamos a dagas reales, por lo que solo podía sentirme agradecida de que ese día aún no hubiera llegado. Por fin estaba comenzando a sentirme cómoda con el bastón, y dado mi fracaso con mi habilidad, era bueno no sentirse como una completa inepta en una parte de mi vida.

En un día especialmente frío, no mucho después de la mitad del invierno, Córalie se dirigió hacia el lugar de Acacia luego del desayuno, en vez de ir a combate.

—Estaré como nueva una vez que Acacia me vea —prometió, con ojos y nariz llorosos.

Me despedí de ella con una mirada compasiva, sin estar segura de cómo había logrado salir de la cama. Cuan diferente era la temporada de gripas en invierno con una sanadora disponible para que interviniera antes de que la enfermedad llegara a su pico. A menudo me preguntaba cómo estaba Clementine en casa, y cuantas veces se habría enfermado hasta ahora durante los meses fríos. ¿Mis padres estaban sobreviviendo sin mí allí para ayudar a cuidarla?

Habíamos esperado que sólo transcurriera un invierno entre mi partida anticipada para la guerra y la graduación de Jasper. Luego de eso mi familia se mudaría a la capital con él, donde podríamos acceder a las clínicas que tenían los magos de la disciplina de sanadores. Por supuesto eso solo sucedería cuando hubiéramos ahorrado la considerable tarifa.

Pensar en mi hermana menor me mantuvo distraída todo el camino hasta el patio de entrenamiento, antes de que me diera cuenta que la ausencia de Córalie significaba que me hacía falta un compañero de entrenamiento. Un rápido vistazo alrededor del grupo implicó que ella no era la única postrada en cama por la enfermedad. No había ningún indicio de la tranquila Azafrán, aunque su primo estaba diciéndole bromas al indiferente de Thornton.

Cuando nos ordenó emparejarnos esperé que hubiera una reorganización torpe mientras todos intentaban evitarme, pero Finnian caminó alegremente hacia mí.

Incliné la cabeza torpemente hacia él como saludo, y ajusté mi agarre sobre el bastón, antes de decidir que debía esforzarme más en corresponder su amabilidad.

—Córalie está con Acacia —dije—, ¿también Azafrán? Este clima es horrible.

Finnian asintió.

—Me temo que le ha costado más adaptarse que a mí. En casa no tenemos un frío tan cortante como el clima de aquí.

—¿De dónde son?

—Torcos. Está muy al norte, por el camino del norte, justo antes de los bosques norte.

Me mordí el labio para contener mi mordaz réplica. Podía ver que estaba intentando ser amigable en vez de intentar hacer una declaración sobre mi implícita falta de conocimiento en geografía.

Thornton nos mandó a ejecutar el primer grupo de ejercicios, y permanecimos en silencio mientras cogíamos un ritmo constante de golpes y bloqueos. Cuando nos dijo que pasáramos a combate libre, me preocupé un poco y mis manos se contrajeron contra el bastón.

Pero para mi sorpresa logré defenderme, e incluso me las arreglé para darle varios golpes a pesar de la habilidad de Finnian. Y cuando la clase por fin terminó, él sonrió y de hecho me dio una palmadita en la espalda.

—Buen combate —dijo.

Lo miré fijamente, sin palabras debido a la sorpresa de que otro aprendiz aparte de Córalie me hubiera tocado voluntariamente. Entonces recordé al otro aprendiz que también me había tocado, una vez.

Mis ojos viajaron hacia el lado, hacia Lucas. El príncipe tenía varios compañeros de combate que rotaban de clase en clase, pero solo Weston y Dariela habían tenido éxito en asestarle un golpe. Normalmente luchaba con gran concentración, sin dudas era el más fuerte y entrenado de la clase.

No obstante, para mi sorpresa, descubrí que estaba mirándome. Rápidamente aparté mi mirada, pero no antes de ver sus ojos entrecerrarse ante las siguientes palabras de Finnian.

—No te preocupes —dijo el norteño, guiñándome el ojo—. A menudo tengo ese efecto.

—¿Qué? —Lo miré boquiabierta intentando ordenar mis pensamientos.

—Es solo que no tienes por qué sentirte avergonzada. A menudo dejo sin habla a las damas.

Hizo una absurda pose, y no puede evitar reírme.

—Lo tendré en mente.

—Sí, hazlo —Se ubicó con facilidad a mi lado mientras caminaba de vuelta a la Academia—. Pero, con toda honestidad, has mejorado mucho. En verdad eras terrible cuando comenzaste —Se rió, pero no parecía haber malicia en ello, en especial por su anterior cumplido.

Incluso yo estaba sorprendida de cuanto había avanzado. Pensé que Córalie aún estaba poniéndomelo fácil, pero luego de mi sesión con Finnian ya no estaba tan segura.

—Algunos de los otros se quejan porque el viejo Thornton nos hace trabajar los conceptos básicos antes de dejarnos llegar a cualquiera de las cosas divertidas —continuó Finnian—, pero esa es la razón.

—¿Oh?

—Mi padre dice que Thornton no confía en las enseñanzas de nadie más que las suyas, y que juró que ningún aprendiz se graduaría de la Academia sin la suficiente habilidad de combate. Por eso insiste en tratar a todos como principiantes y entrenarlos desde cero.

Me encogí al recordar los moretones que solía tener luego de cada clase de combate, y la falta de instrucciones claras de Thornton. Todos estos magos podían pensar que él empezó en el nivel para principiantes, pero yo sabía que no era así.

—¿Entonces él estaba aquí cuando tu padre asistió a la Academia? —pregunté, sin estar dispuesta a crear una discusión con Finnian debido a que estaba caminando junto a mí por voluntad propia y me hablaba como si simplemente fuera otra aprendiz.

—¡Cielos, no! —dijo Finnian riéndose entre dientes—. Thornton puede que se esté volviendo viejo, pero no es tan anciano. Es solo que mi padre tiende a mantener la boca cerrada y los oídos atentos. Constantemente está asegurándome que se puede aprender mucho de esa manera.

Sonrió hacia mí, invitándome a compartir su broma autocrítica.

—Suena mucho como mi madre —dije poniendo los ojos en blanco, y Finnian se rió.

—Para ser justos, imagino que ayuda cuando eres un duque y tienes acceso a todas las reuniones del consejo —añadió Finnian, y el sentimiento de compañerismo que tenía en este momento se evaporó.

—¿Tu padre es un duque? —Las palabras se oyeron un poco chillonas, así que me aclaré la garganta.

—El duque Dashiell de Callinos. Jefe de los sanadores —dijo Finnian, a pesar de su broma anterior el orgullo se podía escuchar claramente en su voz.

Sabía que Finnian y Azafrán eran de la familia Callinos, pero de alguna manera había ignorado el estatus social de su padre. Me mordí el labio, observando a Calix que ahora marchaba frente a nosotros. Nuestro curso podía ser inusualmente pequeño, pero al parecer también era distinguido.

«Muchos ojos están puestos sobre ti, Elena. Ojos poderosos».

Me quedé callada, aunque Finnian no pareció notarlo, mientras girábamos por la esquina y cruzábamos la entrada mantuvo una conversación unilateral fluida y constate.

—¡Elena! —Un emocionado borrón de movimiento fue la única advertencia que tuve antes de que Córalie se abalanzara rápidamente contra mí, casi derribándome.

—Guau, calma —dijo Finnian, riéndose mientras nos cogía para estabilizarnos—. Sé que somos encantadores y que sin duda nos has extrañado, pero no nos hemos ido por tanto tiempo.

Córalie se enderezó y lo ignoró, sus pies bailaban en el puesto.

—¿Qué te sucedió? —le pregunté.

—Acacia me dijo que me tomara la mañana y que descansara. Dijo que se necesitaba tiempo para que la sanación surgiera efecto —Se volvió a mirar a Finnian—. También Azafrán. Lo que significa que fuimos las primeras en escucharlo.

Nos sonrió y meneó frente a nuestras caras un grueso pedazo de pergamino. Finnian se lo arrebató de la mano y lo escaneó rápidamente antes de pasármelo. Levantó ambas cejas.

—Un movimiento clásico, pero por otro lado supongo que no deberíamos haber esperado algo más. Entonces, ¿todos los de nuestro año recibieron una?

Córalie sonrió y se abrazó a sí misma.

—Sí, incluyéndote a ti, Elena. Metieron una bajo nuestras puertas durante la clase, así que revisé para estar segura. Solo los de primer año la recibieron.

Córalie se escuchó bastante triunfante ante eso, pero yo solo estaba prestándole la mitad de mi atención mientras leía las palabras de lo que parecía ser una invitación. Levanté mi mirada hacia los otros dos.

—No estoy segura de entender.

—Solo es una invitación a la celebración real de mitad de invierno —Los pies de Córalie comenzaron a bailar de nuevo.

Cuando aún me mostré algo confundida, suspiró.

—La celebración real de mitad de verano es la grande. Cada mago del reino es invitado, aunque por supuesto no todos viajan para asistir cada año. Pero la celebración real de mitad de invierno es diferente, esta es exclusiva. Obtener una invitación es un honor, una señal del favor real. Se supone que es el evento más elegante, y esta deberá ser aún más extravagante de lo normal.

—¿Por qué? —La miré, luego al pergamino que estaba en mi mano y de nuevo a ella—. Y si es un honor tan grande, ¿por qué me invitaron?

—Por Lucas, desde luego —Córalie sonrió, y me quitó su invitación de la mano—. Su cumpleaños es el día después de la celebración de mitad de invierno, así que la familia real siempre lo festeja en este evento. Es por eso que es más pequeña y exclusiva. Y este año cumple dieciocho. ¡Apuesto que será algo magnifico! No puedo esperar a decirle a mi familia. Mi hermana va a ponerse completamente verde de la envidia.

—Fuimos invitados porque somos sus compañeros —explicó Finnian, obviamente dándose cuenta que aún estaba algo perdida.

—Bueno, probablemente habrías recibido una invitación de todas maneras, Finnian —dijo Córalie—, pero no había manera en que yo hubiera recibido una si la situación fuera diferente.

Finnian se encogió de hombros.

—Este tipo de eventos normalmente están llenos de ancianos estirados mirándonos con reprobación a nosotros los jóvenes. Y siempre tengo que bailar con Natalya —Hizo una mueca, claramente estaba intentando hacer reír a Córalie.

Ella lo complació con facilidad, y deslizó su brazo alrededor del mío, arrastrándome hacia el comedor, con Finnian siguiéndonos detrás.

—Sí, pero este año todos estaremos allí —le dijo por encima del hombro—, y planeo tener un rato absolutamente maravilloso.

Finnian sacudió la cabeza, pero cuando nos pasó para ir a ubicarse en su lugar habitual en una de las otras mesas, estaba sonriéndole. Cuando Córalie y yo nos ubicamos en nuestra mesa, de repente parpadeó varias veces, y su mirada viajó rápidamente entre Finnian y yo.

—Espera. ¿En realidad Finnian y tú estaban hablando cuando llegué? ¿Entrenaste contra él?

A duras penas asimilé sus palabras mientras la miraba fijamente, un terror profundo se apoderó de mí.

—Eso no importa. ¡No puedo ir a una celebración en el palacio! ¿Qué voy a ponerme?

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