Redmond continuó ignorándome tanto como era posible en la clase de composición, y estuve agradecida por el inesperado alivio temporal. Me daba una excusa para continuar mis clases privadas con Walden, que era mucho más amigable.
Sin embargo, intenté limitarlas a la sesión luego de composición. El resto de mi tiempo libre me la pasaba vagando por la biblioteca o acomodada en mi habitación con un libro. Durante mucho tiempo leer había sido algo tan difícil y fatigoso, que era complicado creer el deleite que era ahora. Nunca debí haber abandonado los deberes de lectura que Jocasta me daba para concentrarme únicamente en mis poderes.
Aunque ya no necesitaba acudir a Jocasta en busca de libros, en lugar de eso disfrutaba tener la libertad de poder leer cualquier cosa que quisiera, desde historia y política hasta cuentos de hadas. Nunca antes se me ocurrió que alguien desperdiciaría valiosos recursos de escritura en algo tan poco práctico, pero tan pronto leí uno, entendí por qué. Para los niños magos estos debían ser el equivalente a lo que eran los cuentacuentos de la aldea para nosotros: portales a una mágica tierra donde todo era posible. Una tierra que solo se parecía lo suficiente a la realidad como para quedarse en nuestros corazones y mentes.
Aunque mis clases con Walden eran menos intensivas, la principal diferencia era que Lorcan o Jessamine solían aparecer cuando querían, a veces con más académicos de la Universidad siguiéndolos, para observar mis esfuerzos. Intentaba ignorarlos lo mejor que podía, pero siempre me iba peor el día que me observaban.
No obstante, al parecer no lo hacía tan mal.
El día de mi cumpleaños número diecisiete, alguien me despertó antes del desayuno cuando llamó a mi puerta. Somnolienta, salí de la cama, abrí la puerta y casi caigo sentada por la sorpresa, en lugar de eso me incliné hacia adelante y me abalancé a los brazos de mi hermano.
—Feliz cumpleaños —dijo, revolviendo mi cabello y correspondiendo el abrazo por un breve momento.
Cuando no mostré signos de querer dejarlo ir, me empujó de vuelta a mi habitación y entró, observando con curiosidad los alrededores.
—Linda vista —Atravesó la habitación para mirar por la ventana.
Murmuré un agradecimiento, sintiéndome todavía adormilada y le ordené quedarse donde estaba mientras iba a vestirme. Pronto estuve ataviada con mi ropa cotidiana, y con la túnica puesta, sentada en la cama mientras que él se acomodó en la silla.
—¿Cómo llegaste hasta aquí arriba? —le pregunté.
—Me topé con alguien llamado ¿Damon?. Una vez logré convencerlo de que en verdad era tu hermano, y dejé salir el hecho de que era tu cumpleaños, me mostró en que habitación.
—¿Cómo estuvo la celebración de mitad de invierno? —pregunté con ansiedad—. ¿Cómo estaba Clemmy? ¡Espero que no estuviera enferma! ¿Y madre y padre? ¿Se sorprendieron completamente?
Jasper sonrió.
—Hubo todas las lágrimas y exclamaciones que se esperaba —Su expresión se desanimó un poco—. Solo deseamos que hubieras podido estar allí también.
Asentí, y me apresuré a hablar porque no quería preocuparme por ello.
—Pero al menos pudiste darles las noticias sobre mí, y recibí tu regalo. Incluso lo usé en… —Hice una pausa, tampoco quería hablar sobre la celebración en el palacio.
—Sí, escuché sobre ello —dijo Jasper de forma sombría, todo el buen humor que tenía antes desapareció—. Bueno, no sobre tus accesorios, sino…
Lo miré con inquietud.
—No estás aquí para desearme un feliz cumpleaños, ¿verdad? —susurré.
Hizo una mueca.
—No vine aquí solo para deseártelo —Se detuvo, y cuando no dije nada se apresuró a continuar—. No regresé sino dos días después de la celebración de mitad de invierno, pero aún estaban hablando sobre ti. No creerías las teorías que estaban volando. No las escuché todas, ya que todos saben que eres mi hermana, pero le pedí a Clara que me contara.
—De seguro puedo adivinar que decían —Suspiré—. ¿Cuántas personas creen que logré colapsar de alguna manera el balcón en un atentado contra la vida del príncipe? —Por suerte nadie con verdadera autoridad parecía realmente considerar eso, lo más seguro era que se debiera a que dudaban de mi capacidad de hacerlo, pero aun así podía imaginar la clase de rumores que viajarían alrededor de un lugar como la Universidad.
—Afortunadamente no eran la mayoría —dijo Jasper.
—Espero que no te hayan tratado mal por mi culpa.
Se encogió de hombros.
—No más de lo usual.
Hice una mueca, pero mi hermano estiró su mano y me jaló el cabello.
—No te preocupes por mí, hermanita. Soy bastante resistente.
—Entonces, ¿qué es lo que la mayoría piensa? —pregunté.
—Que tuviste suerte y el príncipe te rescató. O al menos eso es lo que pensaban, pero ahora están circulando nuevos rumores, rumores que me hacen preguntarme si eso es lo que realmente sucedió.
Me clavó una mirada penetrante, pero no pude verlo a los ojos, en cambio observé mi regazo.
—¿Entonces es cierto? —Se recostó contra su asiento, silbando levemente—. Mi hermana… ¡una maga!
—Algo así.
Se inclinó hacia delante.
—¿Quieres decir que no puedes controlarlo?
—No, puedo controlarlo, y todo el tiempo mejoro en ello. Pronto alcanzaré a mi clase, aunque tengo diferentes limitaciones que ellos. Aunque eso no significa que me vean como uno de ellos.
—No —Su rostro se endureció—, y es por eso que tenía que venir. Lamento que fuera tan temprano, pero tenía que venir antes que las clases comenzaran.
Hizo una pausa y se pasó la mano por su cabello antes de levantarse y sentarse en la cama junto a mí.
—Tienes que ser más cuidadosa, Elena.
—¿Qué quieres decir?
—Me refiero a que no hay nada que asuste más a esta gente que alguien que tiene un poder diferente al de ellos. Y, peor aún, alguien proveniente de una familia común. Alguien que no debería tener poderes en lo absoluto.
—Quizás les hará bien probar como es la vida para el resto de nosotros —dije con actitud desafiante.
Pero Jasper se inclinó y me agarró el hombro.
—Esto no es un juego, Elena —hablaba en voz baja y con tono urgente—. Estamos hablando de tu vida, y quizás también de las nuestras. Te estoy diciendo que haces que gente poderosa se sienta incomoda, y entre más fuerte te vuelvas, más incomodos se sentirán.
Tragué. Me observaban, siempre estaban observándome. ¿Cuántas veces tendría que escuchar ese mensaje antes de que lo entendiera? Continuaba diciéndome que nada había cambiado desde la primera vez que llegué, y que aún necesitaba ser cautelosa, y luego daba la vuelta y me olvidaba una vez más de la cautela. Cuando llegué nunca hubiera adivinado que sería tan fácil el tener un falso sentimiento de seguridad en este lugar.
Recordé mi reciente arrebato en el comedor, ante nada menos que el hijo de uno de los miembros del consejo, y me cubrí la cara, gimiendo.
—¿Qué quieres que haga? —pregunté, mis manos amortiguaron mi voz—. Saben sobre mi poder, no puedo solo dejar de usarlo.
—No —suspiró—, pero puedes controlar qué tan poderosa pareces. Escuché… —Hizo una pausa antes de continuar—, escuché un rumor menos debatido. ¿Por casualidad usaste una composición verbal para ahuyentar a todo un grupo de aprendices? ¿Aprendices provenientes de las grandes familias?
Gemí de nuevo.
—¿Eso llegó hasta la universidad?
Jasper sacudió la cabeza con los ojos muy abiertos.
—¿Entonces es cierto? No estaba seguro…
—¡Me atacaron! Tenía que defenderme.
—Supongo —Negó con la cabeza, su expresión preocupada contenía una pizca de diversión—. ¿Es posible que no hagas ningún enemigo, Elena?
Levante mis cejas.
—¿Qué tan bien te ha ido con eso en la Universidad, Jasper?
Mi hermano soltó con reticencia una risilla.
—Supongo que eso es bastante justo —Se echó hacia atrás y me lanzó una mirada—. Qué pareja hacemos. ¿Por qué no pudimos haber sido normales, quedarnos en Kíngslee, y dirigir la tienda? Como todos los demás.
Suspiré, pero un pensamiento traicionero se abrió paso en el fondo de mi mente. A pesar de todo el peligro —y no solo para mí—, ¿en verdad deseaba eso? Ahora que conocía un mundo de lectura. Un mundo de poder. Ahora que podía alejar cuatro atacantes con una palabra hablada…. ¿realmente podía desear regresar a una vida común?
Pero eso nunca se lo admitiría a Jasper. Al honesto, leal y confiable Jasper, que nunca había hecho algo más que trabajar para el bien de la familia. Ninguno de nosotros le había preguntado alguna vez si quería dejar toda su vida para ir a la universidad donde lo más probable es que fuera a ser ridiculizado y excluido. Y nunca se había quejado, ni una sola vez.
No me cabía duda de que él dejaría todo en un parpadeo si, después de todo, resultaba ser necesario abandonarlo por el bien de la familia. Puede que yo hablara cuando debía contener mi lengua, pero Jasper nunca lo hacía. A pesar de cuantas veces debió haberse sentido exasperado por la relativa estupidez de aquellos a su alrededor.
Una oleada de amor me inundó, y me incliné para darle un abrazo.
—No te merezco, Jasper.
Mi hermano se retiró del abrazo y me lanzó una mirada confundida.
—Estoy bastante seguro que es tu cumpleaños, no el mío. Debería ser yo quien te halague.
Me encogí de hombros.
—Mereces más elogios que yo.
Jasper frunció el ceño y me miró directamente a los ojos.
—Dije que necesitabas esconder tu fuerza, no que en realidad fueras débil, Elena. Eres increíble y única, y seguramente lo más sorprendente que alguna vez ha sucedido en Ardann. Es un honor ser tu hermano, no lo dudes. No dudes de ti misma, solo ve con cuidado. Mantente a salvo.
Me sorbí la nariz y me sequé una lágrima.
—¿Ves? Probaste mi punto.
Sacudió la cabeza y puso los ojos en blanco antes de meter la mano dentro de su túnica.
—Oh, casi lo olvido. Esto es para ti —Sacó un pequeño paquete, envuelto en una tela simple.
Lo tomé despacio.
—Ya me diste un regalo de mitad de invierno, y yo no te he dado nada. ¿Cómo pudiste pagar esto?
Sonrió.
—No es solo de parte mía, es de toda la familia. Lo he estado guardando desde que regresé.
Lo desenvolví con cuidado, dejando caer la tela para revelar una pequeña caja de madera cubierta con complejas esculturas talladas. Jadeé.
—Es hermoso —Pasé mis manos sobre la madera—. Lo tallaste tú mismo, ¿no es verdad?
Él solo siguió sonriendo.
—Ábrelo.
Giré la pequeña llave dentro de la diminuta cerradura. Adentro encontré un pequeño pisapapeles: una brillante piedra colorida que había sido pulida hasta brillar.
—Nuestro padre pensó que podrías necesitar algo así ahora que puedes leer.
Junto a la piedra había un paquete. No necesité abrirlo para identificar su contenido.
—¡Sí! ¡Galletas de mitad de invierno!
Jasper sonrió ampliamente.
—Sé qué hace rato pasó la mitad de invierno, pero también sé que no te importará.
—Claro que no. Extrañaba estas galletas, nadie las hace aquí.
Nuestra madre hacia las mejores galletas de mitad de invierno de todo Kíngslee. Aquellas cosas duraban varios meses y eran duras e indestructibles, a menos que las sumergieras en té, entonces se volvían suaves y completamente deliciosas. Cuando mi mano acarició la bolsa, mi boca ya estaba hecha agua, y algo pequeño y suave sobresalió debajo de ella. Saqué la pequeña muñeca de lana. El tipo de muñeca que solía hacer para Clemmy cuando mi hermana era pequeña.
Cada una de las muñecas era del mismo tamaño de uno de mis dedos, pero hice los detalles tan intrincadamente como era posible. Clemmy había querido una familia de muñecas —una por cada uno de nosotros—y las había conservado a pesar de haber superado casi toda la etapa de las muñecas. Respiré temblorosamente.
Era la mismísima Clementine. Me había enviado la muñeca que hice para representarla.
—Te extraña —dijo Jasper en voz baja.
—Yo también la extraño —respondí entre lágrimas.
La campana del desayuno repiqueteó, y Jasper se enderezó abruptamente.
—¡Tengo que irme!
Me sequé los ojos, asintiendo mientras volvía a cerrar la tapa y giraba la llave antes de quitarla y guardarla dentro de mi vestido.
—Yo también.
Ambos nos levantamos y nos dimos un último abrazo antes de salir rápidamente de la habitación y bajar por las escaleras. Jasper recibió varias miradas curiosas, pero nadie cuestionó su presencia, y pronto salió a toda prisa por la puerta principal, dirigiéndose de regreso a la Universidad.
Apenas logré llegar al comedor antes de que Córalie me atacara.
—¡Elena! —Me sacudió con ligereza y luego me abrazó—. ¿Por qué no me lo dijiste?
—Ammm… —La miré fijamente—, ¿decirte qué?
—¡Qué es tu cumpleaños! —Me fulminó con la mirada—. Ese no es el tipo de información que le ocultas a tus amigos. Estoy herida.
—Oh, eso —Examiné su rostro—. Lo siento, no quería…
Córalie estalló en carcajadas.
—Solo bromeaba. ¡Es tu cumpleaños! No puedes meterte en problemas hoy.
—¿Le dijiste eso a Redmond? ¿O a Thornton?
Arrugó la nariz.
—¿Ese era tu hermano, el que vi marchándose? Asumí que vino a desearte feliz cumpleaños. ¿No deberías estar de mejor humor?
La pequeña llave pesó en mi bolsillo, dirigiendo mis pensamientos hacia las pequeñas partes de mi familia que ahora vivían arriba, en mi habitación.
—Tienes razón.
—¿La tengo? —Córalie lucía tan sorprendida que me hizo reír.
—Ahora tú me estás haciendo sentir mal. Estoy segura que a menudo tienes razón.
—¿Ah sí? —dijo, aunque parecía distraída, empujándome hacia mi silla habitual y haciéndole señas a alguien que no podía ver.
Finnian apareció y se sentó frente a mí, Azafrán se acomodó en el asiento junto a él. Ella nunca antes se había sentado con nosotros.
—Feliz cumpleaños —dijo en voz baja, y Finnian repitió los buenos deseos con mayor entusiasmo.
—Gracias —Les sonreí ampliamente—. Ahora díganme que seré eximida de las clases de combate y composición, y en verdad será un buen cumpleaños.
Finnian hizo una mueca dramática.
—Tales proezas están más allá de mis capacidades, incluso si es tu lindo cumpleaños.
Un criado apareció junto a mí llevando un elaborado pastel, cubierto de chocolate derretido. Lo colocó frente a mí, murmurando «feliz cumpleaños».
Me giré a ver a Córalie con los ojos muy abiertos.
—Creí que acababas de enterarte sobre mi cumpleaños, asumo que fue gracias a Damon.
—Así fue —dijo sonriendo—, pero somos magos, ¿recuerdas?
Me eché hacia atrás sin pensarlo y Finnian se rió.
—No te preocupes, no lo compusimos.
Córalie puso los ojos en blanco, y dejé salir un suspiro de alivio. Se veía delicioso, pero solo los magos más habilidosos podían componer comida comestible de la nada. Y por mucho que amara a Córalie…
—¡Por supuesto que no! Solo quise decir que tenemos dinero, idiota. En algunos casos es un poco, en otros un montón —Le lanzó una mirada significativa a Finnian—. Mandamos a un criado ir donde los reposteros tan rápido como pudiera correr.
—Luce increíble —Examiné el pastel más de cerca—. Demasiado bueno como para comérselo.
—No seas ridícula. Ningún pastel es demasiado bueno como para comérselo —dijo Córalie, sentándose mientras observaba la exquisitez frente a mí, casi babeando.
—Pero acabamos de levantarnos —dije.
—Pero es tu cumpleaños —contrarrestó—, y en los cumpleaños ningún momento es inapropiado para comer pastel.
—Solo prométeme que no vas a cantar —Le lancé una mirada severa.
—En realidad… —Finnian abrió la boca y respiró profundo, casi me abalancé sobre la mesa para llegar a él.
Córalie me jaló hacia atrás antes de que terminara con la parte delantera de mi cuerpo llena de pastel.
—Relájate, Elena. Solo está molestándote.
—Le gusta hacer eso —dijo Azafrán, fulminando con la mirada a su primo.
—¿Qué puedo decir? —Finnian extendió los brazos a cada lado—. No puedo evitarlo —Desde luego no lucía para nada arrepentido.
El pastel resultó ser una de las cosas más deliciosas que alguna vez hubiera comido, a pesar de lo temprano que era, e insistí que compartiéramos un pedazo con Clarence y Araminta que estaban sentados en la mesa de al lado. Clarence pareció sorprenderse —había estado leyendo mientras comía y al parecer no había notado la aparición del pastel—, pero aceptó el trozo de buena gana. Araminta siguió su ejemplo, aunque parecía estar un poco aterrada, dándole un rápido vistazo a la otra mesa que estaba ocupada, ubicada a varios puestos de distancia.
—Oh, no te preocupes por ellos —dijo Córalie con alegría—. Por esta vez todos nos tienen envidia.
Y, de hecho, atrapé a Lavinia observando con anhelo la torre de chocolate frente a mí, pero poco después, cuando se marchaban del comedor, Natalya la jaló rápidamente mientras pasaban frente a nuestro risueño grupo. Los demás las siguieron.
—No puedes llegar tarde en tu cumpleaños —dijo Córalie, empujándome para que me levantara—. Adelántate mientras me encargo de estas sobras.
Finnian le lanzó una mirada severa fingida y ella se rió.
—No me refería a comérmelas, aún queda mucho. Los criados pueden guardarlas para nuestro almuerzo.
Me empujó de nuevo, así que me dirigí despacio hacia la puerta, solo para descubrir que uno de los miembros del grupo de Natalya aún tenía que salir de la habitación. Cuando llegué al umbral de la puerta, casi rocé el hombro de Lucas, pero logré retroceder al último segundo cuando lo reconocí.
Cruzó el umbral y luego de vacilar por un momento, lo seguí, pero se detuvo fuera de la habitación y se volvió a mirarme.
—Feliz cumpleaños —dijo en voz baja.
Me quedé mirándolo. Era la primera vez que habíamos hablado desde el ataque en el pasillo.
Se encogió de hombros y me dirigió lo que casi parecía ser una sonrisa apenada.
—Me deseaste feliz cumpleaños, así que….
Sus palabras me recordaron la duda que había sentido aquella noche mientras estábamos solos, parados bajo la luz de la luna. Los traicioneros pensamientos de que tal vez no era tan malo como lo había pensado en un principio, pero su subsecuente comportamiento había aclarado las cosas.
Miré el pasillo tras él y lo pasé, dirigiéndome con prisa hacia la puerta principal y hacia la clase de combate.
—Elena —me llamó en voz baja, su voz llegó con facilidad a mis oídos a pesar del bajo volumen.
Vacilé, pero nunca descubrí lo que había querido decirme. En su lugar un heraldo oficial abrió las puertas y entró al vestíbulo, dos guardias reales lo flanqueaban a cada lado.
Volví mi mirada hacia Lucas, pensando que debían estar aquí por él, pero pude detectar la confusión que ocultaba tras su habitual expresión segura. Cuando miré una vez más a los recién llegados, los encontré mirándome fijamente.
Les devolví la mirada.
—¿Elena de Kíngslee? —preguntó el heraldo.
—Sí, soy yo.
—Por el presente anuncio, se le convoca a comparecer ante la corte, del Consejo de Magos. La escoltaremos de inmediato.
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