El jadeo tras de mí me dijo que Córalie había llegado a la entrada del comedor a tiempo para escuchar las palabras del heraldo, sin embargo no la miré. ¿Cuánto llevaba esperando por algo como esto? Demasiado tiempo.
Di un paso adelante, sintiéndome orgullosa de mi misma por no tambalear o vacilar. No obstante, escondí mis temblorosas manos dentro de mi túnica.
El heraldo asintió y se giró dispuesto a marcharse, pero los dos guardias avanzaron, claramente pretendían flanquearme a mí en vez de al mensajero. Sin embargo, sentí una presencia aproximarse hasta estar junto a mí, y ambos hombres se detuvieron. Luego de intercambiar miradas, volvieron a su lugar anterior.
Córalie no habría tenido ese efecto. Miré por el rabillo del ojo a la persona junto a mí, y vi que Lucas se mantenía a mi lado, con los ojos entrecerrados con arrogancia, desafiando a los guardias a cuestionarlo o a acercársele.
—¿Qué estás haciendo? —le susurré agresivamente, pero él solo volvió su fría mirada hacia mí, levantando una ceja.
—No me había dado cuenta de que respondía ante ti, Elena.
Cuando uno de los guardias se volvió a mirarnos sobre su hombro, contuve mi réplica y, en su lugar, avancé a grandes pasos, manteniendo con firmeza mi mirada al frente. Incluso aquel pequeño sonido —que casi pareció ser una risilla— proveniente de mi costado, no hizo que me volviera a ver al príncipe.
El heraldo me hizo un ademán hacia el carruaje que nos esperaba. ¿Habían esperado que luchara y no querían escoltarme ni siquiera aquella pequeña distancia? Las túnicas doradas de los guardias los identificaban como magos oficiales, así que era probable que ese hubiera sido el caso. Ninguno de los tres hizo algún movimiento para seguirme dentro del carruaje, el príncipe, por otro lado, trepó con facilidad tras de mí.
Me recosté contra el asiento y lo fulminé con la mirada. Cuando Lucas apenas me regresó una mirada impasible, fije mi atención fuera de la ventana. Casi habíamos llegado al palacio —el viaje era ridículamente corto—, cuando las palabras se me escaparon.
—¿Sabías sobre esto?
—No —Sonaba serio, y casi… preocupado.
Las palabras de mi hermano resonaron en mi cabeza, dando vueltas. En verdad había querido hacerles caso, pero no había tenido el tiempo para hacerlo, y ahora puede que nunca tuviera la oportunidad de hacerlo. Solo esperaba que lo que sea que fuera a pasar no fuera a reflejarse en mi familia. Esta vez, sin importar qué, necesitaba morderme la lengua.
—Deberías hablar lo más poco posible —dijo Lucas de repente.
De inmediato sentí el deseo rebelde de ignorar su consejo, pero lo acallé con firmeza. Esto era demasiado importante como pare dejar que tales sentimientos mezquinos me sobrecogieran. Deslicé mi mano dentro de mi bolsillo y apreté la llave que tenía oculta allí. Podía hacer esto, por mi familia.
Mi segunda visita al palacio no pudo haber sido más diferente de la primera. Ninguna luz ardía dándonos la bienvenida, a pesar de que el día estaba nublado, y ninguna hilera de sirvientes esperaba para apresurarnos a entrar. En lugar de ellos, seis guardias aparecieron, estos eran miembros ordinarios que miraban hacia los dos magos oficiales en busca de instrucciones.
Cuando el príncipe emergió del carruaje y retomó su lugar junto a mí, los guardias se ubicaron tras sus superiores, siguiéndonos en dos columnas. El heraldo había desaparecido, y era Lucas quien ahora guiaba nuestro camino.
Mi ansiedad abrumaba la mayoría de mi curiosidad, pero sí noté que el tema rojo y dorado de la celebración anterior hacía juego con la decoración regular del palacio: el terciopelo rojo y las cosas bañadas en oro contrastaban con el mármol blanco dondequiera que mirara.
Esta vez no subimos las escaleras, sino que cruzamos una puerta lateral hacia un largo pasillo. Pasamos unas enormes puertas ornamentadas que, solo podía asumir, conducían al salón del trono, pero los pasos de Lucas nunca vacilaron. Al menos por eso, dejé salir un suspiro de alivio.
Nos condujo a una puerta de tamaño regular que estaba al final del pasillo. Solo el brillante patrón que había alrededor del pomo y del marco de la puerta declaraba que la habitación en su interior tenía algo de especial.
Lucas se detuvo por un momento, bajando su mirada hacia mí, y tuve la perceptible impresión de que quería preguntarme si estaba lista, pero, o yo estaba equivocada o él se dio cuenta de lo tonto que era tal pregunta, giró el pomo sin hablar y entró primero en la habitación.
—Lucas —Si el rey Stellan se sorprendió ante la llegada de su hijo, lo escondió muy bien.
—Padre.
El príncipe asintió en reconocimiento del rey y luego hacia los demás que estaban en la habitación, antes de dirigirse a grandes pasos hacia la larga mesa y tomar asiento justo detrás del puesto de su padre. Una mesa ovalada —el rey estaba ubicado a la cabecera, en una silla de madera tallada, con un alto respaldar y reposabrazos solidos— ocupaba la mayoría de la habitación. Cinco sillas de estilo menos elaborado bordeaban cada uno de los lados curvos de la mesa, y otra silla alta estaba ubicada al otro extremo de la mesa. A pesar de su generoso tamaño, los elegantes pliegues de la falda de la reina casi se salían de ella.
Todos los diez asientos restantes —que obviamente estaban allí para los diez miembros del Consejo de Magos– estaban ocupados. Lorcan no hizo ningún intento de regresar mi mirada, aunque supe que había notado mi entrada.
Miré alrededor, observándolos a todos. Ambos generales me estudiaban fijamente: Thaddeus con evidente hostilidad y Griffith con cauteloso interés. Al igual que Lorcan, Jessamine no se movió para mirarme, al parecer ya estaba demasiado familiarizada con mi apariencia como para sentir curiosidad.
Dirigí mi mirada hacia los seis miembros restantes, intentando distinguirlos a todos. Phyllida de los buscadores —pariente lejana, de Lorcan y Jessamine— tenía su liso cabello marrón recogido de forma tan apretada como recordaba. El otro Callinos —el duque Dashiell de los sanadores— fue fácil de distinguir, aunque al final no lo vi en la celebración de mitad de invierno. Se parecía demasiado a su hijo como para confundirlo con alguien más. Me pregunté si el parecido me hizo imaginar la apariencia de gran amabilidad que parecía tener.
La otra mujer que había —llevaba la túnica verde de los cultivadores— debía ser la duquesa Annika de Devoras. Se parecía lo suficiente al general Griffith como para preguntarme si eran primos hermanos o incluso hermanos. Estaba sentada junto al duque Lennox, jefe del cuerpo de seguridad, que portaba su túnica roja, y quien era otro rostro que reconocía. Al final de mi prueba había parecido ablandarse conmigo, pero ahora no veía nada de esa suavidad. Era difícil creer que era un pariente del Walden abierto y amigable.
Eso solo me dejaba a dos. Uno vestía una túnica azul y debía ser el duque Magnus de los manipuladores del viento —al igual que Lennox era otro Ellington, aunque no podía ver el parecido familiar—. El duque me observaba de manera inquisitiva, con una mirada de incertidumbre en sus ojos, lo que me hizo tener la esperanza de que al menos aún no se había formado una opinión.
La túnica color durazno del restante duque —que era del mismo color que la del creador que había reparado la biblioteca luego de mi destructiva pérdida de control— lucía fuera de lugar en un hombre que tenía tales líneas severas en su rostro. No me sorprendía en lo absoluto que el duque Casimir fuera un Stantorn. Sin importar que lados se formaran —si es que había lados—, no me cabía duda de que estaría en contra mía.
El rey se aclaró la garganta y mi mirada voló hacia él.
—Por favor tome asiento, Elena de Kíngslee.
No me moví, insegura de donde quería que me ubicara, hasta que uno de los guardias me hizo un gesto para que me acomodara en una de las sillas que bordeaban una de las paredes de la habitación. Los dos oficiales de túnica dorada se sentaron cerca de mí, eran los otros únicos testigos que había de esta reunión.
—Usted convocó esta reunión, general Thaddeus —El rey se escuchaba formal, pero también algo aburrido, como si no quisiera estar aquí. Dado el brillo que había en sus ojos, solo podía suponer que era un fingimiento calculado—. Le cedo la palabra.
Thaddeus asintió despacio con la cabeza y miró alrededor de la mesa.
—Como saben, le tomó algo de tiempo a todo el consejo poder reunirse, pero algunos de nosotros sentían que este asunto no podía ser decidido sin tener todos nuestros miembros presentes.
La dirección de su mirada entrecerrada dejó en claro que Lorcan se llevaba la peor parte de su disgusto. El director de la Academia simplemente le regresó una mirada fría.
El general continuó:
—Ha llamado mi atención que la aprendiz de primer año que se hace llamar Elena de Kíngslee…
Tuve que abstenerme de resoplar, a pesar de la gravedad de la situación. ¿Se hace llamar? ¿Hablaba en serio?
—… ha manifestado habilidades nuevas de fuerza desconocida y ha usado dichas habilidades de manera violenta en presencia de un miembro de la familia real.
Me enderecé, y cualquier deseo de encontrar algo de humor en esta situación se desvaneció al instante. Miré a Lucas. Se veía impasible, pero atrapé su ligero encogimiento ante las palabras del general. Estaba sorprendido. Quienquiera que haya sido el que habló con el jefe de la guardia real sobre el altercado en la Academia, no fue él.
¿Por qué eso me hacía sentir algo de alivio?
Lorcan hizo un sonido de disgusto desde lo profundo de su garganta.
—Oh, por todos los cielos, Thaddeus, no estamos en una audiencia oficial de la corte. ¿En verdad es necesaria toda esta formalidad? ¿O simplemente estás intentando cubrir el hecho de que la aprendiz, en cuestión, no dirigió ninguna clase de violencia hacia un miembro de la familia real?
Gracias a los cielos había conservado un diminuto grano de juicio en medio de mi paliza, o ni siquiera podría haber tenido esa defensa.
—La violencia puede no haber estado dirigida hacia el príncipe —El general Griffith hizo una leve reverencia en dirección a Lucas—, pero como el padre de dos de las víctimas, eso solo me da un alivio mínimo.
Ah, por supuesto. Sin duda alguna allí es donde lo escuchó Thaddeus. ¿Por qué no podía recordar que mis compañeros no eran solo unos jóvenes de dieciséis años, como yo, unos meros compañeros de estudio? Con un ligero sobresalto recordé que ya no tenía dieciséis. No desde hoy. Feliz cumpleaños a mí.
—Sí recuerdo bien —dijo Phyllida con el mismo tono de voz calmado que le había escuchado usar antes—, los altercados entre aprendices no es algo que sea exactamente inaudito en la Academia —Le lanzó una mirada conocedora al duque Lennox que estaba frente a ella, y por un momento él pareció estar intentado contener una sonrisa. ¿Habían sido compañeros de curso?
—Tal vez no entre aprendices normales —dijo Thaddeus—, pero esta chica no es una aprendiz normal. Su fuerza es desconocida, al igual que su control.
Jessamine puso los ojos en blanco.
—¿En serio, Thaddeus? ¿Por cuántos meses ya ha estado la chica en la Academia? ¿Realmente puedes decir estar preocupado por su control?
Thaddeus la fulminó con la mirada.
—Soy muy consciente de que a Lorcan y a ti les gusta tener su sujeto de estudio al alcance, Jessamine. Tal vez es por ello que fallaste en reportarme su pérdida de control, que resultó causando un significante daño a la Academia y a una de sus instructores, o su reciente ataque a sus compañeros de estudio.
—Ataque es una palabra muy fuerte, Thaddeus —Jessamine frunció el ceño con disgusto.
—Entonces, ¿cómo lo llamarías? —El general continuó mirándola con desafío.
—Y, ¿por qué te reportaría alguno de esos incidentes, Thaddeus? —preguntó Lorcan—. Ciertamente no puedo imaginar porque Jessamine lo haría. ¿Puedo recordarte que todos concordamos que como aprendiz, Elena quedaba bajo mi responsabilidad?
—No todos estuvimos contentos con esa decisión —respondió Thaddeus.
—Y no todos estuvimos presentes para ella —añadió el general Griffith—. Mira, Lorcan, todo estaba muy bien cuando la chica no mostró grandes propensiones por componer, o incluso la habilidad de poder componer en lo absoluto. Si querías mantenerla allí aprendiendo como golpear a las personas con bastones, bien podías hacerlo, en lo que a mí respecta. Pero parece que la situación cambió…
Se movió ligeramente en su asiento para poder verme, era el primero de ellos en hacerlo, e intenté lucir lo más inofensiva posible a pesar de mi deseo de decirle mordazmente que tenía un nombre y no era la chica.
—En efecto cambió —dijo Thaddeus—. Incluso el incidente de la celebración de mitad de invierno puede ponerse ahora en duda. Y una vez más el príncipe estuvo demasiado cerca de salir lastimado en esa ocasión.
—No te dejes llevar, Thaddeus —Se escuchó por primera vez la profunda voz de Dashiell desde que entré en la habitación—. Muchos de nosotros estuvimos presentes esa noche, y sin importar lo que esta chica pueda o no pueda ser, sigue siendo de primer año. No hay manera de que hubiera destruido ese balcón sin que alguno de nosotros lo sintiera. No es posible que haya adquirido la sutileza que se requiere para tal acto.
Mi mirada voló hacia Lucas, y lo encontré observándome. Alguien había derrumbado ese balcón, y por alguna razón aquello sonó a que el consejo no lo sabía. ¿Acaso el príncipe y yo habíamos sido los únicos que estaban lo bastante cerca como para sentirlo con seguridad?
Dashiell miró a Lorcan, al otro extremo de la mesa, y recordé que al igual que el director de la Academia, el duque era un Callinos.
—¿Tengo o no razón, Lorcan? ¿Esta chica no ha exhibido tales habilidades avanzadas?
—Desde luego no. Si algo, está más atrasada que sus compañeros de la Academia. Hay… limitaciones en las órdenes de sus composiciones verbales. Aún estamos trabajando, en conjunto con nuestros colegas de la universidad, por supuesto, en desarrollar soluciones alternativas y mejoras…
—De acuerdo, Lorcan, tomaremos tu palabra —intervino el rey—. No necesitas dar uno de tus sermones técnicos.
Me mordí el interior de mi mejilla. ¿Ellos estaban trabajando en encontrar formas de utilizar adecuadamente mi habilidad? Podría haber jurado que éramos Walden y yo los que estábamos haciendo el trabajo… Me removí incomoda en mi asiento, pero permanecí en silencio.
—Ese es exactamente el problema, su majestad —dijo el duque Casimir, apoyando a su compañero Stantorn—. Todos sabemos cómo son Lorcan y Jessamine cuando un nuevo problema difícil se presenta para ser estudiado. Es lo que hizo que fueran seleccionados para sus posiciones en primer lugar, pero, ¿en verdad podemos confiar que evaluarán con claridad la amenaza frente a nosotros?
Su mirada recorrió la mesa de pies a cabeza, observando a los demás jefes.
—Admito que me sentí intrigado cuando escuché por primera vez sobre la situación, incluso me sentí emocionado cuando consideré todas las ramificaciones potenciales. Pero se ha vuelto cada vez más obvio que esta nueva manifestación no es más poderosa que nuestras habilidades actuales. En su lugar es mucho más descontrolada —Sus fríos ojos se volvieron hacia mí, y tuve que usar todo mi autocontrol para no temblar ante ellos.
—Es demasiado pronto en su entrenamiento para determinar la extensión potencial de su poder —dijo Jessamine con un suspiro—. Y de nuevo esta charla sobre el control. Hemos estado monitoreando muy de cerca…
—No hablo del control solo en el sentido tradicional —dijo Casimir—. También debemos considerar qué significa que la chica en cuestión sea una común, criada entre gente común —Hizo una pausa significativa y nadie más habló—. Ignorante de nuestro estilo de vida y costumbres.
Necesité usar todo mi autocontrol para morderme la lengua cuando la mayoría de cabezas en la habitación se volvieron para examinarme como si fuera un animal interesante que se había metido por accidente en medio de ellos. Entendí tan bien como los otros el significado que había tras sus palabras.
Era una común, y por lo tanto no estaba de su lado. Podría resentirlos, podría tener razones para volver mi poder y habilidad en contra de ellos. No podían confiar en mí.
Eso era lo que les preocupaba, y ¿qué había hecho yo? Exactamente lo que más temían.
—Precisamente —Se unió Thaddeus—. Y, en efecto, su único uso de poder fuera de los estrictos confines del salón de clases ilustra aquel punto con exactitud. No es una de nosotros, y es demasiado peligrosa como para que se le permita seguir entrenando. Lo dijo la misma Jessamine, ¿quién sabe cuál podrá ser el alcance de sus poderes si permitimos que esta farsa continúe?
Jessamine intercambió una rápida mirada con Lorcan, e internamente hice una mueca. Ella solo le había brindado más munición en mi contra, y él la había aprovechado con entusiasmo.
—No lo sé, general —dijo Lucas con voz calmada.
Toda la mesa se giró a verlo. Por las expresiones en sus rostros, sospeché que al menos varios de ellos se habían olvidado por completo de su presencia.
—Dice que la pelea es evidencia de que no es una de nosotros —continuó Lucas—, pero a mí no me parece ser así. Después de todo, ella escasamente fue la instigadora —Miró de manera significativa al general Griffith—, e incluso creo que a partir del segundo año seremos motivados vigorosamente a atacarnos entre nosotros con cualquier poder con el que podamos armarnos. ¿No es así?
Miró a Lorcan, su rostro era expresivo como si de verdad estuviera haciendo una pregunta.
—En efecto, su alteza —respondió Lorcan.
—Entonces, a mi parecer, se estaba comportando exactamente como una de nosotros —Dirigió su mirada alrededor de la habitación, mirándolos a todos—. Solo es una idea que tuve.
—¿Qué tonterías son estas sobre no ser la instigadora? —preguntó Griffith, sin llegar realmente a fulminar con la mirada a un miembro de la familia real, pero cerca—. Le aseguro…
—No olvide que yo estuve presente en aquella ocasión, general, tal y como su estimado colega nos recordó cuando llegamos a esta reunión. Y como un testigo imparcial, puedo asegurarle que los aprendices de cuna maga fueron los instigadores de la violencia. También recibieron mucho menos daño físico que su víctima.
Varios pares de ojos se volvieron hacia mí, y pude sentir el impacto de la palabra victima posarse sobre la habitación, junto con una imagen de mí: golpeada y amoratada. Era una imagen de debilidad, y era exactamente eso lo que necesitaba.
El duque Magnus frunció el ceño, su túnica azul ondeó cuando se movió en su asiento.
—Cada vez más suena a que todos fuimos convocados aquí con frivolidad, y algunos de nosotros estábamos en un trabajo importante. Es temporada de siembra, ¿saben? —Intercambió una mirada con la jefa de túnica verde, Annika—. Casi suena a que fuimos convocados aquí para discutir una riña entre aprendices. Esto escasamente es un asunto que amerite todo el Consejo de Magos —Le lanzó una mirada de desaprobación a Lorcan.
—Insistí que todos estuvieran presentes —dijo Lorcan con cortesía—, precisamente porque el asunto es una riña entre aprendices de la Academia. Es sin precedentes que incluso una parte del Consejo intente involucrarse en un asunto interno tan mínimo dentro de una de nuestras áreas de autoridad —Su mirada permaneció fija en Magnus—. No puedo imaginarte acogiendo tal cambio en la práctica del Consejo.
Magnus se recostó en su asiento con expresión pensativa.
—Veo tu preocupación, Lorcan —Miró hacia el otro lado de la mesa, hacia Thaddeus antes de observar a Lucas—. Supongo que la presencia del príncipe entre los de primer año ha sido algo confuso para Thaddeus, siendo el jefe de la guardia real y todo eso.
—Los miembros de la familia real siempre han estudiado en la Academia —Lorcan entrecerró los ojos—, y nunca antes se esperó que los anteriores directores soportaran tales insultos.
—¿Insultos? —Magnus levantó una ceja.
—Aquella insinuación de que la Academia no está equipada apropiadamente para proteger a cualquier miembro de la realeza que estudie allí.
—Oh, cálmate, Lorcan —dijo Lennox—. Nadie está sugiriendo que seas incompetente en tu trabajo.
—¿No lo están? —dijo Lorcan levantando las cejas—. Me parece que eso es exactamente lo que se está insinuando.
—Suficiente —dijo el rey, que había estado prestando atención a la conversación en silencio. Sus ojos se encontraron brevemente con los de la reina, que también había estado en silencio, pero lo que sea que vio allí no lo hizo detenerse—. Estoy satisfecho con la declaración de mi hijo asegurando que nunca estuvo en ningún peligro, y que no hubo ninguna amenaza o agresión hacia él.
Sus ojos se movieron hacia mí, y me quedé completamente quieta, olvidándome de incluso respirar.
—En cuanto al asunto de la aprendiz común… No puede ser liberada sin tener mayor entrenamiento en el control necesario. Así que a mi parecer el problema ante nosotros es si continuará como aprendiz, o será tratada como una criminal, siendo encerrada como haríamos con un mago renegado.
Lennox se aclaró la garganta.
—Eso no sería una tarea sencilla, señor. Con un prisionero mago habitual se puede lograr con bastante facilidad el quitarle todas sus provisiones de composiciones y todos los métodos de composición. Pero si las composiciones pueden ser verbales…
—¿Entonces estamos hablando de una ejecución? —preguntó la reina levantando una ceja.
Me petrifiqué. Nunca antes había leído una palabra hasta que ellos me dieron permiso para aprender a leer. No podían ejecutarme ahora, ¿o sí?
Mis ojos viajaron frenéticamente a lo largo de la mesa, intentando contar cuántos eran y leer sus expresiones. Cuando mi mirada se centró en Lucas, una vez más lo encontré observándome, algo poderoso y desconcertante ardía en sus ojos.
—Personalmente me inclino a ver las cosas igual que Lorcan —dijo el rey, dándome algo de esperanza, pero sus siguientes palabras la disiparon—. Este es un asunto de gestión dentro de sus disciplinas no de la seguridad del reino, por lo tanto, se los dejaré a su voto. Aunque, desde luego, conservaré el voto decisivo en caso de un empate. El voto que se efectuará ante nosotros es para decidir si el consejo interferirá en la dirección de Lorcan de la Academia, específicamente en su autoridad de permitir la asistencia de una estudiante común, que parece ser una nueva casta de magos. El voto del consejo en contra de la interferencia en el asunto, resultará en la permanencia de la chica, Elena de Kíngslee, en la academia para que Lorcan y Jessamine continúen estudiándola. El voto del consejo a favor de prohibir bajo cualquier circunstancia la acogida de estudiantes comunes, resultará en la ejecución necesaria de la chica en cuestión.
—Por supuesto voto que el Consejo se abstenga de entrometerse en la dirección de la Academia —dijo Lorcan con rapidez—. Tal y como siempre han hecho en el pasado.
—También yo —dijo Jessamine.
—Y yo —dijo Phyllida.
—Y yo —añadió Dashiell luego de una pausa un poco más larga.
Así que todos los jefes Callinos habían votado juntos. No era una gran sorpresa.
—Por mucho que respete a mi colega —dijo Thaddeus, pronunciando el titulo como si le lastimara—, no puedo, en buena conciencia, votar para permitir que permanezca cualquier amenaza potencial a la familia real. Voto para prohibir la presencia de un estudiante común en la Academia.
—Igual que yo —dijo Casimir, respaldando a su familiar Stantorn incluso con mayor rapidez que lo que habían hecho los cuatro jefes Callinos.
El general Griffith respiró profundo y luego asintió con la cabeza.
—También yo. El reino no puede enfrentar amenazas interiores mientras estamos ocupados defendiéndonos de las amenazas exteriores.
Dirigió su mirada hacia Annika, quien asintió de inmediato.
—Estoy de acuerdo.
Así que los Stantorn y Devoras se habían mantenido juntos. Aquello tampoco era una sorpresa. Miré a Lucas, sintiéndome demasiado tensa como para mirar directamente a los miembros del Consejo, y vi su mirada viajar entre Lennox y Magnus de Ellington. Todo dependía de ellos ahora.
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