Disable copy and paste

Voz de poder capítulo 25

Ilustración del mapa por Rebecca E Paavo

Publicado el 17 de junio del 2024

Capítulo veinticinco


Todos en la Academia aceptaron la versión de Lucas, o al menos pretendieron hacerlo, y yo mantuve mi boca cerrada sobre ello. El príncipe me había recordado que, a diferencia de él, yo no entendía cómo funcionaba esta gente o sus dinámicas complicadas. Y no pude decidir con quién era seguro hablar.

Bueno, alguien aparte de Córalie, pero ¿qué podía hacer ella sobre eso? Nada más que preocuparse, y ya se preocupaba bastante. El primer año terminaría a mitad de verano, pero no antes de los exámenes, y nuestros instructores ya habían comenzado a hablar de ellos. Normalmente se referían a ellos en términos funestos y amenazantes.

No me los tomaba en serio, no necesitaba ganar prestigio entre esta gente o ganar favores con la esperanza de obtener una mejor posición dentro de la disciplina luego de la graduación. Pero la preocupación de Córalie por fin me agotó.

—Relájate, Córalie. Por favor —Le pasé una ración extra de postre, pensando que la necesitaba—. Me estas volviendo loca. Prometo que si por alguna inesperada catástrofe, fallas, me quedaré y repetiré año contigo.

—¿Repetir? —Me miró sin comprender—. ¿Es eso lo que sucede en las escuelas comunes si fallas?

Le devolví la mirada.

—Por supuesto. ¿Qué más podría pasar?

Córalie bajó la voz.

—Los rojos.

—¿Los rojos? ¿Por qué al cuerpo de seguridad le importaría un aprendiz que reprobó?

—Solo hay pocas cosas que son más peligrosas que un mago que no puede aprender control —Negó con la cabeza—. Todos los magos deben asistir a la Academia, y cualquiera que repruebe es encerrado. De por vida. Sin ningún acceso a la palabra escrita.

La miré boquiabierta.

—¿Encarcelado? ¿Por reprobar la escuela? —Cerré la boca y tragué, una imagen del duque Lennox apareció en mi mente. ¿Qué es lo que había dicho en la asamblea del Consejo de Magos? Que encarcelarme no sería un asunto tan simple como encarcelar a otros magos. La ejecución sería la única opción segura…

Córalie debió haber visto algo de terror en mi cara, porque rápidamente se tragó el bocado que estaba comiendo, y me dio palmaditas reconfortantes en mi mano.

—Pero no reprobaremos. Hacen los exámenes de los de primer año fáciles porque saben que aun somos principiantes. No es como si quisieran que los magos reprobaran.

Pero su propia ansiedad contradecía sus palabras, y ella no sabía sobre mis experiencias recientes. Era posible que fuera cierto que nadie quería que ella fallara, pero no creía ni por un segundo que lo mismo se aplicara a mí. Era claro que alguien quería que hiciera más que reprobar.

Aquella idea me atormentó durante los siguientes días, mientras una nueva forma de interpretación del ataque se me ocurría. Cuando entré en la biblioteca para estudiar sobre mi último ensayo de sanación, mi mente estaba tan llena de aquel pensamiento que mis pies me guiaron al fondo de la biblioteca antes de que hubiera decidido con firmeza a dónde dirigirme.

Una figura solitaria estaba estudiando allí en una mesa individual, como siempre hacía a estas horas. Todos los demás sabían respetar el espacio de la realeza, al parecer todos excepto yo.

Me dejé caer en el asiento al otro lado de su escritorio y me incliné hacia delante, apoyando mis codos contra la superficie.

—¿Qué si era una prueba?

—¿Disculpa? —Me entrecerró los ojos, no estando acostumbrado a las interrupciones.

Ignoré su mirada, pero sí bajé la voz.

—El ataque. ¿Qué si era una prueba?

—¿Una prueba? —Frunció el ceño—, ¿de qué?

—Mi habilidad. Mi control —Respiré profundo—. De mi probabilidad de pasar los exámenes.

Observé la comprensión brillar en sus ojos, y luego su expresión pensativa. Sin embargo, no dijo nada.

—Los oíste en aquella asamblea. No creían que pudiera ser encerrada con seguridad. Si desobedezco cualquier ley, seré ejecutada. Y acabo de enterarme que los magos no tienen permitido reprobar la Academia. Es una manera simple de deshacerse de mí, por supuesto, siempre y cuando estén seguros de que no voy a pasar.

—Eso suena algo inverosímil, Elena

—¿Dirías lo mismo si fuera tu vida la que está en juego?

—Considerando que casi quedé atrapado en ambos de esos aparentes ataques hacia ti…

Arrugué la nariz.

Casi no es lo mismo a que haya pasado. Y no tienes razones para preocuparte, nunca reprobarías. Pero ¿qué si yo sí?

Me miró fijamente.

—Entonces no falles.

Lo miré boquiabierta, pero él solo volvió su atención al libro que estaba frente a él.

—¿Solo…? ¿Solo así? —farfullé.

Se encogió de hombros y levantó la mirada, su rostro ahora mostraba irritación.

—¿Qué es exactamente lo que esperas que diga, Elena? ¿Estás preocupada de qué pasará si repruebas? Entonces no repruebes.

Me coloqué de pie con un salto.

—De todos los odiosos…

Levantó una ceja. Di media vuelta y me marché airada de la biblioteca. Olvídate de la ejecución, ahora no había forma de que reprobara. De hecho, tenía toda la intención de ser la mejor de la clase. Eso le enseñaría a cierto arrogante, odioso, insensible…

Por un breve momento consideré abandonar mis estudios disciplinarios para poder concentrarme en prepararme para los exámenes, pero Jocasta parecía estar observándome con una mirada que decía que esperaba verme abandonar las clases en cualquier momento; eso combinado con la irritante aparición de Lucas, que venía cada día como siempre hacía, me impidió hacerlo.

Así que en su lugar me encontré regresando tarde a la biblioteca una noche, determinada a estudiar un poco más antes de acostarme. En estos días tenía un sentimiento en común con Jasper, al tener que trabajar más duro que los demás ya que no podía tomar notas. No tenía idea de cómo él lo hacía cuando tampoco podía leer.

La mayoría de las luces de la biblioteca estaban apagadas, y me pregunté con inquietud si los aprendices podían estar aquí a esta hora, pero había un brillo dorado proveniente de la parte de atrás de la habitación, así que me dirigí hacia allí con pasos suaves. De seguro no habrían dejado alguna luz prendida si la biblioteca estuviera cerrada. Y las puertas estaban abiertas.

Un aprendiz solitario estudiaba al fondo de la habitación, en su lugar habitual. Por un momento me quedé allí parada, sin decidir qué hacer y sintiéndome incómoda, hasta que Lucas levantó los ojos, y me lanzó una mirada tan desafiante que levanté mi barbilla y me ubiqué en la mesa frente a él.

Continuó observándome en silencio, pero cuando saqué un libro y comencé a leer, sentí su mirada regresar al pergamino frente a él. Permanecimos allí, en silencio, por las siguientes dos horas, hasta que mis ojos comenzaron a cerrarse tanto que tuve que admitir mi derrota y dirigirme a la cama.

Tan pronto lo hice, Lucas cerró su propio libro y me siguió fuera de la biblioteca. Aunque no dijo nada y pronto lo dejé atrás, cuando él se dirigió a su suite en el piso de los de cuarto año.

A la siguiente noche lo volví a encontrar allí. Y también la noche luego de esa. A la tercera noche Walden —que estaba patrullando la biblioteca, guardando las sillas y revisando si había libros abandonados— nos interrumpió. Walden estaba silbando alegremente para sí, pero el sonido se interrumpió cuando levanto la mirada y nos vio a los dos.

—Vaya, vaya, vaya. Preparándose para los exámenes, supongo —Nos sonrió—. ¿Saben? Técnicamente hablando, no se supone que la biblioteca esté abierta para los estudiantes a esta hora.

Lucas le dio una mirada de tal superioridad real y expectación, que no pude evitar sacudir mi cabeza, y rápidamente comencé a empacar mis libros, determinada a mostrarle al bibliotecario que al menos uno de nosotros, respetaba su dominio.

Pero Walden negó con la cabeza y extendió una mano para detenerme.

—No, no, no soy tan duro de corazón como para hacer eso. Y no puedo dejar que mi aprendiz favorita repruebe —Me guiñó el ojo, y contuve el impulso de sonreírle con suficiencia a Lucas. Al parecer no todos se desvivían por ganar el favor real.

Luego de charlar por unos momentos, y de recomendarme varios libros junto con grandes pistas de que los encontraría útiles para el examen de Redmond, Walden continuó su camino.

Lucas lo observó marcharse.

—Es excesivamente amable —dijo tan pronto el bibliotecario desapareció de nuestra vista.

—Sorprendente, ¿no es verdad? —le dije con dulzura—. Para ser un mago. Pero a veces la gente te sorprende.

Lucas me dio una mirada aburrida.

—Y a veces no lo hacen.

Baje mi mirada hacia mi libro, sin querer que viera cuánto dolían sus palabras. No importaba cuán duro lo intentara, nunca sería suficiente para personas como él.

—Pareces estar sumamente preocupada por los exámenes —dijo Lucas sorprendiéndome, y haciendo que volviera a mirarlo. Al parecer la visita de Walden le había aflojado la lengua.

—Creo que las razones son obvias —respondí.

—Solo me parece que, si tu pequeña teoría es cierta, entonces tienes más cosas de las que preocuparte, que tan solo pasar los exámenes.

—¿Qué se supone que significa eso? —Ahora tenía toda mi atención.

—Solo que, si el ataque fue una prueba, entonces simplemente puedo asumir que la pasaste. En tal caso tu misterioso enemigo no estará tranquilo en lo absoluto. Eso es asumiendo que sí te quieran muerta.

—Mucha gente me quiere muerta, y lo sabes.

Se encogió de hombros.

—No es personal, Elena. Son políticas, y en las políticas las cosas cambian todo el tiempo. Solo porque eso era lo que querían hace un mes, no significa que es lo que quieren ahora.

Cerré mi libro, olvidando marcar la página en la que iba.

—Agh, ¿cómo puedes soportarlo?

Una pequeña arruga apareció entre sus cejas.

—Al igual que tú, no tengo elección. Ninguno de nosotros escogió esta vida.

Aparté el libro, arrastrando hacia mí otro libro sin verlo, solo porque mis manos querían hacer algo. Sus palabras me generaban el mismo sentimiento incomodo que tuve hace meses cuando descubrí que su familia lo había elegido como el desechable. Me recordé a mí misma que no me parecía en nada a este príncipe, no realmente.

—Aunque para ti tiene algunos privilegios, ¿no? —Lo miré por encima de nuestras mesas—. Como cuando quisiste reportar el crimen y nadie te hizo a un lado.

Suspiró y se frotó el lado de la cara, como si lo agotara. Mantuve mi mirada en él.

—La responsabilidad y el privilegio van de la mano. Siempre ha sido así.

Negué con la cabeza.

—Querrás decir poder. El poder y el privilegio van de la mano. Se supone que la responsabilidad es algo que aquellos que tienen poder deben tener. Ya sabes cómo asegurarse que las leyes tratan a todos con igualdad.

—¿Igualdad? —Se rió—. Madura, Elena. Nada en la vida tiene igualdad. Todos somos productos de nuestra cuna, habilidades y elecciones, y no necesariamente en ese orden.

Casi le gruñí.

—¿Crees que no se eso? Soy una común, ¿recuerdas? Tuve que ver a mi hermana toser y arder con fiebre, volviéndose más débil cada vez que cualquier pequeña enfermedad pasaba por la aldea, sabiendo que no podía hacer nada para ayudarla. Porque ningún sanador se dignaría a visitar una aldea como la nuestra, donde nadie es lo bastante rico como para poder pagar sus tarifas. He visto familias volverse los unos contra los otros al tomar la decisión más difícil que cualquiera podría tener que tomar: cuál de ellos tendría que ser ofrecido como sacrificio para la conscripción. He visto a las madres llorar una vez que sus hijos se marchan —Me detuve mientras una roca se hundía en mis entrañas—. Por supuesto, no siempre son los chicos los que se van —Bajé el tono de mi voz—. Sé todo sobre no tener igualdad, y quizás es por eso por lo que creo que es el deber de aquellos que tienen poder, esforzarse por la igualdad.

Lucas me miró fijamente, su rostro estaba contorsionado y por un momento creí que mis palabras le habían llegado. Pero entonces habló.

—¿Conscripción? Difícilmente podrías haber escogido un peor ejemplo para defender tu punto. Ardann no es el agresor en esta guerra. Peleamos por nuestra supervivencia contra Kállorwey. Si perdemos, el reino entero sufrirá.

—Es fácil decirlo cuando no eres el que está siendo forzado a pelear.

Me miró con incredulidad.

—¿Cuánto tiempo llevas aquí, Elena? ¿Cuántas horas has pasado en ésta biblioteca? ¿Cómo puedes seguir sabiendo tan poco de nuestras costumbres?

Me enderecé, inhalando profundamente por el enojo, pero continuó:

—¿Por qué crees que pasamos la mitad del día entrenando combate? ¿Estás molesta porque ustedes, los comunes deben sacrificar a uno de cada familia? ¡Mira a tu alrededor! Cada mago en el reino asiste a esta escuela, y aun así hay muy pocos de nosotros. Es verdad, un miembro de cada familia común debe pelear, pero cada mago debe ir. De lo contrario no tendríamos ninguna oportunidad conteniendo los ataques de Kállorwey.

Mi furiosa réplica se congeló en mis labios.

—Espera… ¿qué?

Negó con la cabeza.

—Cuatro años en la Academia. Dos en las líneas de frente, y luego está la entrada a la Universidad o el entrenamiento dentro de una disciplina. Nuestras vidas tienen menos elección y más estructura que la mayoría de ustedes.

—¿La mayoría de nosotros? El otro día era la Maga Hablada, una de ustedes. Ahora soy una de ellos. ¿Cuál de las dos es, príncipe?

Lucas soltó un largo suspiro, su expresión de repente se volvió muy agotada.

—No lo sé, dime cuando tú lo decidas.

Mis ojos se alejaron de su rostro, mi mente aun daba vueltas por su revelación. ¿Cómo había pasado por alto algo tan importante? Pensé en la mayoría de conversaciones en la Academia, buscando las pistas que se me habían escapado. ¿En verdad había estado tan absorta en mí misma?

—Eso no te absuelve de tu responsabilidad con el resto del reino —murmuré, sin estar dispuesta a dejarle ganar el argumento.

—¿Absolución? —Su risa era sombría—. No, supongo que ninguno de nosotros tiene eso.

Durante el resto de la noche ninguno de los dos volvió a hablar.

Los días se volvieron insoportablemente calientes, pero ni siquiera Córalie intentó atraernos fuera del sofocante edificio. Ella, Finnian y Azafrán comenzaron a unírseme en la biblioteca, durante el espacio de tiempo libre luego de la clase de composición para prepararse para los exámenes. Aparte de un examen escrito, esperaban que ellos también demostraran tres composiciones diferentes, tanto componiéndolas como usándolas frente a los examinadores.

Un día Redmond me había ordenado quedarme luego de clases, y me informó que tendría que contestar el mismo grupo de preguntas en una habitación diferente. Tendría que leer las preguntas del examen y contestarlas verbalmente frente a un comité de examinadores. También le demostraría mis composiciones al mismo comité una vez completara el examen verbal.

No me molesté en preguntarle por qué era necesario un comité. Por el interés que habían mostrado hasta el momento en mi progreso, solo podía imaginar que los lugares habían sido altamente codiciados. ¿Cuántos de ellos estarían allí esperando verme fallar? ¿Quizás listos para influenciar en esa dirección el resultado de mi examen?

La expresión de Redmond dejó en claro lo mucho que desaprobaba tratar cualquier aprendiz de manera diferente. Hacer una excepción por mí en particular, pareció casi causarle dolor físico. Pero dado que difícilmente podía completar un examen escrito mientras tenía prohibido escribir, no estaba segura de que opción habría preferido él. Tal vez una donde fuera reprobada completamente sin siquiera darme una oportunidad. Era el único instructor Stantorn, así que lo más seguro fuera que esa hubiera sido su elección. Sin duda Lorcan había intervenido en beneficio mío.

Los mellizos y los primos Stantorn ahora me ignoraban en su mayoría, estando demasiado distraídos por sus propios estudios como para tener el tiempo y la energía de decir incluso sus maliciosos comentarios habituales. A medida que Lucas y yo progresábamos en nuestros estudios, Dariela —que, aunque no dio otra señal de preocuparse por su posición como líder de la clase— apareció en nuestras sesiones de estudio nocturnas en la biblioteca. Su presencia no hizo ninguna diferencia ya que Lucas y yo no habíamos tenido una conversación adecuada desde nuestro argumento, la noche en que Walden nos encontró. Solo quería decir que ahora éramos tres los que nos sentábamos a estudiar en silencio.

El pálido y académico Clarence continuó siendo retraído, aunque a veces lo veía entrar y salir tambaleándose de la biblioteca con enormes pilas de libros. En lo personal creía que le iría mejor usar su tiempo extra en prácticas de combate.

La falta de pullas de los mellizos y sus amigos no era la única señal del efecto ecualizador de los exámenes. La pobre y aterrada Araminta superó su aparente miedo a asociarse conmigo para unirse a nuestras sesiones de estudio por la tarde. Cuando vi cómo temblaba su mano mientras copiaba nuestras notas, y cómo trastabillaba cuando nos cuestionábamos verbalmente los unos a los otros, deseé poder golpear con fuerza a quien quiera que decidió tan implacable y estricto sistema.

Puede que Araminta luchara por mantenerse a la par con el resto de nosotros, pero nunca la vi perder el control de una composición. No intentaba nada lo bastante arriesgado como para eso. No podía imaginarla causándole daño a alguien más de lo que podía imaginar a Clemmy haciéndolo.

Clementine. El recuerdo de mi hermana siempre me alentaba, proveyéndome de una inyección adicional de energía. Tan pronto como terminaran los exámenes, quedaríamos libres por el resto del verano. Lo que significaba mi hogar y mi familia. Luego de estar casi todo un año lejos, estaba tan cerca de poder verlos a todos de nuevo.

Jasper permanecería en la Universidad durante las vacaciones de verano, estudiando y gastando su tiempo extra en trabajos manuales dentro de la ciudad para ayudar a financiar su alojamiento y comidas del próximo año. Aunque tal vez podría escaparse para la celebración de mitad de verano como hizo para la de mitad de invierno.

De alguna manera las semanas pasaron. Para cuando me iba a la cama mi cabeza siempre me dolía, demasiada llena con preguntas, respuestas y composiciones memorizadas, y cada noche soñaba con las preguntas del examen. Finalmente me había familiarizado lo suficiente con la espada que ya no corría peligro de cortarme el brazo por accidente, pero aun así estaba más atrasada que la mayoría de la clase.

Finnian había accedido a darnos a Azafrán, a Córalie y a mí entrenamiento adicional, así que todos nos reuníamos una hora antes del desayuno. Ninguno de nosotros había dormido lo suficiente en semanas, pero ni todas las quejas sobre estar cansados nos impidió continuar asistiendo todos los días a las sesiones de práctica extra. Parecía que la legendaria habilidad de los aprendices de evitar todo el trabajo extra no se extendía a las preparaciones para los exámenes.

Y entonces el gran día llegó.

En la mañana completaríamos nuestro examen de combate y en la tarde el de composición, justo como nuestras sesiones de clase habituales. Y aunque todos estábamos bastante tensos y ansiosos, al menos podíamos estar agradecidos de que no tendríamos que agotarnos físicamente toda la mañana. En su lugar cada uno de nosotros participaría en un solo combate libre contra otro estudiante, el cual sería observado por Lorcan y Thornton. Y la Academia se había compadecido de nosotros los de primer año, y nos habían dado el primer turno de la mañana, antes de que los aprendices mayores completaran sus propios exámenes de combate.

—Solo no me rebanes demasiado —me dijo Córalie con aire sombrío mientras deambulábamos fuera del edificio hacia el polvoriento patio de entrenamiento luego de intentar pasar nuestro desayuno con diferentes niveles de éxito.

Resoplé. Córalie había avanzado bastante desde que comenzamos nuestro entrenamiento con espadas y era mejor que yo.

—No hay muchas oportunidades de que eso pase. Deberías ser tú quién prometiera tener piedad de mí.

—Relájense, ambas lo harán bien —Finnian se veía calmado y sin afectar, fue el único de nosotros que desayunó como si fuera cualquier otro día. Por otro lado, era el hijo de un duque y había estado entrenando por años con una espada. Solo Lucas, Weston, Calix o Dariela tendrían la oportunidad de mantenerle el ritmo.

Secretamente sentía un poco de pena por Azafrán, al estar emparejada con su primo. Esperaba que al menos Córalie y yo nos viéramos mejor al estar vagamente igualadas.

Pero todos recibimos un shock luego de que llegáramos al patio de entrenamiento y termináramos de realizar un corto calentamiento con el resto de nuestros compañeros.

Thorton, con su expresión minuciosamente inexpresiva, consultó un pedazo de pergamino que había en su mano y anunció:

—El primer combate seleccionado al azar será entre Lucas y Araminta.

Capítulo anterior    Lista de capítulos    Capítulo siguiente

Publicar un comentario