Resultó ser demasiado temprano para almorzar, pero Finnian nos prohibió a todos hacer un repaso de último minuto.
—Solo confundirán a su cerebro —nos aseguró—, y aumentará su presión sanguínea.
Así que en su lugar nos sentamos en el comedor, y él hizo su responsabilidad el hacernos reír a pesar del estrés. Los estudiantes de los cursos mayores poco a poco comenzaron a pasar a nuestro alrededor, algunos se veían claramente aliviados, y otros algo maltratados. Para cuando los camareros llegaron, el comedor ya tenía su habitual zumbido.
Sin embargo, Córalie se había quedado en silencio, sus ojos estaban fijos en un grupo de estudiantes de segundo año que se veían particularmente amoratados.
—Estuve tan concentrada en pasar que no pensé mucho en como todo iba a cambiar el próximo año —Se volvió para mirarnos, haciendo un leve gesto con la cabeza hacia el grupo—. Pero solo mírenlos. Es aterrador.
Me giré, frunciendo el ceño hacia los estudiantes mayores.
—¿A qué te refieres?
—El próximo año comenzamos a entrenar en la arena —dijo Azafrán estremeciéndose.
Me tomó un momento recordar el significado de aquello.
—Armas y composiciones —susurré—. Juntas. Genial.
No pude evitar que mi mirada viajara a donde Lucas estaba sentado. Recientemente había tenido una experiencia combinando el combate con la composición, y casi había terminado en desastre. Y eso era con oponentes no magos.
En la Academia mis oponentes solo tendrían que rasgar un pergamino mientras que yo tenía que decir rápidamente toda una lista de restricciones y parámetros, o arriesgarme a ser llevada de nuevo frente al Consejo de Magos por destruir a uno de mis compañeros aprendices.
—No palidezcas tanto, Elena —dijo Finnian—. Será divertido.
—Fácil para ti decirlo —murmuré, pero una bandeja de carne asada me distrajo. Al parecer la Academia cocinaba una clase de festín para los estudiantes en el día de los exámenes.
—Empiecen a comer —dijo Finnian—, aún no hemos acabado.
Cuando terminamos nuestra comida y nos dirigimos hacia nuestro segundo examen, descubrí que envidiaba al resto de mis amigos. Ellos se movían como grupo, sacando fuerzas de la presencia de los demás, mientras que yo me separé de ellos y me dirigí a una pequeña aula en la que nunca antes había entrado.
Todos los estudiantes de un año tomaban juntos la parte escrita de sus exámenes en el aula más grande. Me había asomado allí antes y había visto los escritorios individuales que bordeaban la habitación. Jocasta y Walden supervisarían la parte escrita y luego los estudiantes tomarían turnos componiendo frente a Lorcan y Redmond. Los de primer año irían primero otra vez, y los de cuarto año no terminarían sino hasta después de la cena.
Deseé poder completar las preguntas de mi examen bajo la mirada amistosa de Walden, pero su supervisión en el grupo principal significaba que el único instructor que realmente me agradaba no iba a estar en mi comité. Cuando llamé a la puerta de la habitación en la que sería examinada, una voz me dio permiso de entrar.
En el interior encontré una hilera de sillas que ya estaban ocupadas. Lorcan estaba acompañado de Jessamine, la directora de la Universidad, junto con dos magos de túnica negra que estaban junto a ella. Reconocí haberlos visto en mi interminable oleada de observadores. El siguiente miembro del comité no me sorprendió —por supuesto que Redmond quería estar aquí para fulminarme con la mirada todo el tiempo—, pero sí me sorprendieron los dos junto a él. Tal vez mi instructor había arreglado sus presencias allí, sin duda para recibir apoyo moral de su colega Stantorn, el duque Casimir, jefe de los creadores, y de sus aliados la duquesa Annika de Devoras, la jefa de los cultivadores. En aquella memorable asamblea del Consejo, ambos votaron en favor de mi ejecución.
Escaneé de nuevo la fila. Lorcan, Jessamine y sus compañeros académicos tenían números superiores. Sin duda alguna era obra de Lorcan. No sabía si el hecho de que pasara o no, se decidiría con un voto, pero solo esperaba que sus presencias fueran suficientes.
Permanecí de pie frente a los examinadores, no me habían provisto una silla o mesa para que usara. Redmond dio un paso al frente y me entregó un pergamino lleno de palabras.
—Leerá cada pregunta en voz alta y luego dará su respuesta. Su tiempo será contabilizado.
—¿En general, o por cada pregunta? —cuestioné.
Entrecerró los ojos ante mi aparente impertinencia, y respondió con reticencia.
—En general.
Asentí y él volvió a sentarse. Entonces debería poder tomarme mi tiempo en cualquier pregunta inesperada. No iba a dejar que su hostilidad me intimidara haciendo que me apresurara y respondiera mal.
Me aclaré la garganta y leí la primera pregunta. La lista parecía interminable, pero una vez comencé, adquirí un ritmo. Al principio solo miraba a Lorca, Jessamine y a los observadores de la universidad, pero a medida que mi confianza aumentaba, dejé que mi mirada viajara también hacia los otros tres.
Todo mi estudio adicional pareció haber valido la pena, y descubrí que las respuestas para cada una de las preguntas que hicieron aparecían con facilidad en mi mente. Aunque algunas de ellas eran más complicadas de lo que esperaba, considerando la declaración de Córalie, sobre que ellos nos la dejarían fácil a los de primer año. Le dediqué a Araminta un rápido pensamiento de preocupación.
De hecho, había tantas preguntas que por un breve momento sentí ansiedad por todos mis amigos. Ellos solo tenían una hora para completar la parte escrita del examen, y no podía imaginar cómo alguien en realidad podría escribir todas las respuestas en ese tiempo. A decir verdad, tenía una pequeña ventaja al poder decir mis respuestas a un ritmo más rápido.
A medida que las preguntas continuaban mi voz se volvió más y más ronca, y uno de los magos de la universidad me trajo un vaso con agua. Mientras bebía con voracidad observé que los dos académicos intercambiaban una mirada, y observé a Jessamine y Lorcan hablar brevemente entre susurros. Entonces el director le lanzó una mirada dura a Redmond, que con cuidado evitó mirarlo a los ojos.
Fruncí el ceño pero empujé todo aquello al fondo de mi mente. Este no era momento para distraerse. Cuando por fin terminé las preguntas, apenas lográndolo dentro de mi hora asignada, avancé hacia Redmond y le regresé el pergamino. No pude evitar sonreírle con suficiencia mientras lo hacía. Desafiaba a alguno de ellos a reprobarme luego de esa presentación.
Redmond tomó el pergamino con una expresión desagradable.
—¿Y bien? —pregunté—. ¿Pasé?
Se aclaró la garganta y miró al duque y a la duquesa que estaban junto a él.
—Por supuesto que sí, Elena —dijo Lorcan desde el otro lado de la hilera—. Excelente trabajo, y eso a pesar de la confusión. En verdad muy bien hecho.
—¿Confusión? —preguntó el duque Casimir con frialdad.
Lorcan asintió hacia él.
—Sin duda ya olvidaste tus exámenes de primer año, Casimir, y desde luego no estás familiarizado con las preguntas de este año. Tenía entendido que Elena iba a recibir las mismas preguntas que sus compañeros, sin embargo, parece que de alguna manera tanto las preguntas de primer año como las de segundo terminaron en su hoja. Una ocurrencia extraña, pero me han dicho que las confusiones en la oficina son inevitables. Por supuesto, normalmente intentamos evitarlas a la hora de los exámenes, y te aseguro que investigaré personalmente ese error.
Redmond aun evitaba cuidadosamente mirar al director, y casi sentí lastima por él. Casi.
En su mayoría solo sentí alivio de que mis compañeros estuvieran enfrentándose a una lista de preguntas más corta y simple, y en alguna parte, bajo todo ello, había rastros de orgullo. Lorcan acababa de decir que había pasado un examen de segundo año.
—En efecto, es desafortunado, aunque no parece haberla perturbado —dijo Casimir, mirándome con frialdad—. Pero, aunque la teoría está muy bien, es inútil por si sola. Todos hemos estados aquí sentados durante la última hora porque la chica no se atreve a escribir sin hacernos explotar a todos. La verdadera pregunta es: ¿puede componer?
Lorcan asintió.
—Propongo que procedamos de inmediato a la parte práctica del examen. Redmond y yo necesitamos marcharnos pronto para supervisar el desempeño del resto de los estudiantes.
Me enderecé, el orgullo y la alegría desaparecieron. Aún no había pasado del todo el primer año.
—Muy bien —dijo Casimir—. Procedamos. Creo que cada uno de nosotros tres teníamos que pensar en un ejercicio para la chica.
Lorcan asintió.
—Nos complace permitir que nuestros invitados participen de esa manera.
Me abstuve de fruncir el ceño. Sin duda aquel honor iba a los visitantes de más alto rango. Entonces serían Jessamine, Annika y Casimir. Un aliado y dos enemigos. Observé la expresión de antelación de Jessamine y corregí aquella idea. Un no enemigo y dos enemigos. Difícilmente contaría a Jessamine como una aliada.
Se inclinó hacia delante, haciéndole un gesto al hombre junto a ella sin mirarlo. Él se colocó de pie.
—Entiendo que ha estado realizando investigaciones adicionales en la disciplina de sanación.
Annika y Casimir fruncieron el ceño, y sospeché que eso era nuevo para ellos. Luché por mantener mi expresión compuesta, medio esperando que Lorcan protestara por mi bien: ninguno de los demás estudiantes de primer año tendría tareas de composiciones específicas de una disciplina. Pero él lucía casi tan ansioso como Jessamine y no hizo ningún intento de anular sus palabras.
El hombre que se había levantado recogió su manga negra, exponiendo un corte largo que aun sangraba. Tragué y sin pensarlo di un paso hacia atrás. Casimir hizo un sonido de disgusto.
—Ya fue tratado con una composición para aliviar el dolor —dijo Jessamine—, y algo para disminuir el sangrado. Pero me gustaría que intente curar la herida en sí.
La miré, el miedo me abrumaba de la misma manera que lo hizo cuando me di cuenta de quién sería mi pareja de combate. Mis ojos viajaron a Lorcan, pero siguió sin protestar. Esta no era una composición de primer año. Creí que al menos Jessamine deseaba que tuviera éxito, pero parecía ser que su curiosidad había anulado todo lo demás.
Respiré profundo para calmarme y cerré mis ojos por un breve momento. No era una composición de primer año, pero había luchado por completar una tarea avanzada sobre cortes y heridas similares. Me había parecido una cosa importante de estudiar considerando lo rápido que se acercaba mi conscripción.
Incluso pasé varias noches memorizando una composición de nivel básico para curar cortes. Me pareció una cosa útil de saber, especialmente luego del recordatorio de Lucas, sobre que podría tener cosas más grandes por las que preocuparme, que pasar los exámenes. Convoqué la composición a mi visión mental, toda una media página llena de palabras para el nivel básico. Pero ahora no era el momento de intentar modificar algo. Respiré profundo, dije las palabras dominantes y comencé.
Hable despacio, prefiriendo asegurarme de no saltarme nada en vez de intentar impresionar a mis examinadores con mi velocidad y competencia. Si tenía éxito eso tendría que ser lo bastante competente.
—Finalizar dominio —dije, luego de lo que pareció ser una eternidad, y sentí mi poder salir de mí al ser liberado. Como la sanadora y no la paciente, no se sintió frío para mí, pero aun así el poder tenía una característica similar a la niebla cuando se posó sobre su brazo.
Mientras todos observábamos, la piel se fusionó, el sangrado disminuyó y luego se detuvo cuando la piel volvió a cerrarse. En momentos su brazo estuvo liso y sin heridas, las restantes manchas de sangre era lo único que arruinaba su apariencia.
—Increíble —Jessamine sacudió la cabeza, su mirada viajaba del brazo de su colega a mí y de vuelta.
Casimir frunció el ceño, sin darme la oportunidad de inhalar profundamente antes de inclinarse también hacia delante.
—Todo eso está muy bien para sanar heridas menores, pero allá afuera, en el mundo real, hay un montón de situaciones que no dan tiempo para discursos largos —Sacó un pergamino de su túnica y lo rasgó. Sus ojos permanecieron sobre mí todo el tiempo como si estuviera remarcando con cuanta mayor rapidez podía trabajar.
Un gran manojo de ramas repiqueteó contra el suelo frente a mí. Parecían estar húmedas.
—Quémelas —dijo el duque—. No quiero que quede nada más que cenizas. Oh, y no nos asfixie con el humo mientras lo hace.
Me mordí el labio, sintiéndome una vez más impulsada por mi enojo. Era otro pedido que iba mucho más allá de las habilidades de alguien de primer año. Esta era un examen —y nada menos que con mi vida en juego—, no una exhibición de entretenimiento.
Y luego de esto, esperaban que compusiera una tercera obra. Cualquier aprendiz ordinario de primer año estaría tendido en el suelo por estas dos solicitudes, si es que lograban completarlas en lo absoluto. De este modo estaba casi garantizado que reprobaría. Había medio esperado algo así de Casimir y Annika, pero creí que Jessamine y Lorcan me protegerían. Al parecer no. Estaba por mi cuenta.
En ese caso era algo bueno que no fuera como cualquier aprendiz ordinario de primer año. Me di cuenta, con una punzada de dolor, que sería imposible continuar escondiendo mi fuerza luego de esto. Pero no tenía caso esconderla si eso significaba mi ejecución.
Por suerte habíamos visto composiciones de fuego en nuestra clase de composición normal, y había encontrado una descripción de como dispersar y remover el humo en mis estudios de las fuerzas armadas. Solo tenía que combinar las dos.
Me quedé pensando por un largo tiempo, repasando dos veces las palabras en mi mente para asegurarme de que las recordaba correctamente y de que no me había olvidado nada. Cualquier error en esta obra podría tener consecuencias desastrosas, y tenía toda la intención de ignorar los comentarios de Casimir sobre no hacer discursos largos. Iba a usar tantas palabras como necesitara para asegurarme que la composición funcionara correctamente. En especial cuando estaba desatando una fogata en una habitación llena de magos, incluyendo a cuatro miembros del Consejo de Magos.
Dije las palabras dominantes, y luego el resto de la composición, usando el mismo ritmo moderado que usé antes. Cuando dije: «Finalizar dominio», sentí una fuerte oleada de poder salir de mí y explotar en la madera. Las ramas se prendieron de inmediato.
Los siete examinadores retrocedieron, pero la otra parte de mi composición surgió efecto de inmediato, el humo dispersándose lejos de ellos y saliendo bajo la puerta. Retrocedí y me permití pensar con diversión como debía verse ante cualquiera que estuviera en el pasillo: una constante ráfaga de humo emergiendo del salón de clases y fluyendo constantemente por el corredor y fuera de la puerta principal.
Pero el fuego solo había consumido la mitad de la madera cuando sentí un jalón en el flujo de mi poder. Fruncí el ceño, mirando alrededor, pero no pude ver nada visible. Regresé de nuevo mi mirada a la madera que aun ardía, solo para sentir aquel jalón de nuevo. Era casi como si otra composición estuviera luchando contra la mía.
Y entonces, con un chasquido que me recordó al contragolpe que explotó las ventanas de la tienda de mis padres, la mitad de mi poder se liberó de mi obra y se elevó sobre mí, cubriéndome. Me doblé, gritando de dolor, y el humo del fuego comenzó de inmediato a llenar la habitación.
Estando aun doblada, escuché gritos y sonidos de disgusto provenientes de los examinadores, pero las nubes blancas ya oscurecían el aire entre nosotros. Inhalé profundo solo para comenzar a toser. Intenté despejar mis vías respiratorias para poder decir una vez más la mitad rota de mi composición, pero no pude inhalar aire limpio. Y aun podía sentir el poder exterior guiando el humo mientras salía del fuego y se concentraba en una nube a mí alrededor.
Entonces algo pesado golpeó mi cabeza y todo se volvió negro.
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