Volví en sí, tosiendo con violencia. De seguro solo podían haber pasado unos minutos, pero ya no estaba en la habitación del examen. En su lugar colgaba sin fuerza sobre la espalda de alguien, siendo llevada como un saco de papas. ¿Me llevaban a algún lugar seguro?
Una voz habló, dispersando de inmediato esa ilusión.
—Ya está despierta. Rápido, silénciala.
El gigante que me cargaba me dejó caer al suelo sin cuidado, y un nuevo acceso de tos me sacudió mientras mis pulmones luchaban una vez más por inhalar aire. Apenas logré respirar una vez sin problemas antes de que una suave pelota redonda fuera empujada dentro de mi boca, y un pedazo de tela fuera puesto sobre ella y atado alrededor de mi cabeza.
Por un momento el pánico me abrumó mientras mi cuerpo me gritaba diciendo que no podía respirar. Pero el terror agudizó mi mente, y luché contra mis instintos, concentrándome en mi nariz y en respirar profundo por mis fosas nasales. Poco a poco mi cuerpo se calmó a medida que el aire continuaba llenando mis pulmones, y mi pechó dejo de convulsionar, intentando vomitar el objeto extraño.
Sin embargo, para cuando me calmé lo suficiente como para evaluar la situación, ya me habían alzado y puesto sobre el hombro de mi captor. Porque ahora era obvio que quien quiera que fuera esta gente, esto era un secuestro.
«¿Un secuestro o un asesinato?» Intenté empujar lejos aquel pensamiento. Aún estaba viva, y tenía toda la intención de permanecer así.
No me habían vendado los ojos, así que intenté ver donde estaba, a pesar de estar rebotando cabeza abajo. Parecíamos estar fuera del edificio principal de la Academia, pero no en el terreno fuera de ella. No obstante, el borde curvo de la arena de la Academia me indicó que muy pronto llegaríamos a la muralla trasera. Nunca había explorado hasta tan lejos, pero sabía por la vista de mi habitación que la muralla trasera era en realidad parte de la antigua muralla de la ciudad. Al igual que el palacio, la Academia limitaba con el borde de la ciudad.
Solo podía confiar que sin importar quien fuera esta gente, no fueran lo bastante osados o poderosos como para haber matado a dos miembros del Consejo de Magos. Y eso era asumiendo que tanto Casimir como Annika estuvieran involucrados en este plan, de lo contrario serían cuatro miembros. No, mis examinadores debían haberse quedado atrás, escudados por el humo. Lo cual de seguro significaba que alguien nos estaría persiguiendo pronto, si es que ya no lo estaban.
La velocidad con la cual cruzamos los terrenos de la Academia apoyaba aquella idea. Mi cabeza y hombros rebotaban incómodamente contra la espalda de mi captor.
—No se suponía que despertaría tan pronto —dijo el hombre hablando por primera vez—. Esto no me gusta.
—No te preocupes, no importa. Hay una razón por la cual tuvimos que esperar tanto tiempo para hacer nuestra jugada. Luego de todo eso, estará tan exhausta y débil como un gatito recién nacido.
Intenté evitar tensarme. De hecho, alguien había planeado este ataque con bastante cuidado, aprovechando las extrañas condiciones de mi evaluación. Pero, ¿quiénes eran? Y ¿qué querían de mí?
El miedo agudizó todos mis sentidos. Luego de todo lo que me esforcé y del éxito que tuve en mis exámenes, así no era como se suponía debía terminar. Se suponía que hoy iba a ser un éxito. No se suponía que terminara así.
Una voz resonó en mi cabeza: «Eres la primera Maga Hablada de la historia».
Y una vez más, proveniente de una memoria diferente, resonó una voz, esta vez era la mía, «El otro día era la Maga Hablada, una de ustedes. Ahora soy una de ellos. ¿Cuál de las dos es, príncipe?»
Y la primera voz respondió, «No lo sé, dime cuando lo decidas».
La primera vez que fui atacada ni siquiera había recordado mi habilidad de componer. Pero luego de mi día de exámenes, el conocimiento ardía en mi mente. Nos habían interrumpido, pero había estado a punto de pasar, y nada más ni nada menos que un examen de segundo año. La mayoría de magos del reino podían pensar que no tenía lugar en la Academia, pero se equivocaban.
Porque era verdad que no era como ellos, pero seguía siendo una maga. Era la Maga Hablada, y había acabado de huir o luchar contra ello. Por alguna razón tenía un poder nunca oído en todo el registro de la historia. Era tiempo de que en verdad lo acogiera.
Y si los demás magos no podían aceptarlo, entonces verían de lo que era capaz. Comenzando con estos dos.
Los latidos de mi corazón aumentaron, y quise forcejear y luchar, pero me obligué a colgar sin fuerza, reforzando su expectativa. Cuando el momento de mostrarles que estaba lejos de sentirme agotada llegara, quería que el elemento sorpresa estuviera de mi lado.
El segundo hombre, el que me había amordazado, sonaba como si estuviera caminando justo enfrente de nosotros. No pude verlo sino hasta que nos detuvimos y el que me llevaba se volvió para ver por donde habíamos venido. Obtuve un breve vistazo de un hombre bajo abriendo una pequeña puerta de madera en la muralla, antes de que giráramos y saliéramos rápidamente de la Academia y de la ciudad.
Me dije que estaba imaginando el modo terminante con que la puerta se cerró de nuevo con un golpe, pero no pude contener mi estremecimiento. Por primera vez desde que entré en ella, estaba dejando a Corrin atrás.
La corriente del río Overon se escuchaba fuerte desde aquí, y por las horas que había pasado mirando fuera de mi ventana sabía que solo había una ladera cubierta de césped separándonos de él. Los hombres no intentaron acercarse al agua que fluía con velocidad, sino en su lugar se volvieron para seguir la curva de la muralla de la ciudad.
Ahora se movían aún más rápido, sin tener nada que obstaculizara su progreso. Seguimos la muralla que se curvaba lejos de la cuidad, volviéndose más antigua y acabada. Y entonces se detuvieron de nuevo. Escuché otra puerta abrirse y luego volvimos a entrar en la ciudad.
Mordí la ya empapada y repugnante pelota de tela que había en mi boca. No había esperado esto. Con suerte quien quiera que nos estaba siguiendo sería más astuto que yo.
Las altas casas grises se elevaron alrededor de nosotros mientras serpenteábamos por un laberinto de calles laterales sucias. Era seguro que ya no estábamos en la parte de la ciudad de los magos.
—Es tiempo de un descanso —dijo el bruto que me cargaba mientras pasábamos junto a un callejón. Y una vez más me tiraron con fuerza contra el suelo.
—Es mejor continuar —dijo el hombre bajo, observando a su compañero con desaprobación.
El bruto simplemente se encogió de hombros.
—Entonces cárgala tú. Es más pesada de lo que parece.
Si no fuera por la mordaza que tenía, habría sonreído. Todos esos músculos nuevos que había estado desarrollando valieron la pena una vez más.
El bruto se recostó contra la pared y cerró los ojos, girando sus hombros. Luego de darme un breve vistazo, notando que aún continuaba recuperando el aliento luego de haber sido lanzada nuevamente contra el suelo, el hombre bajo se alejó, dirigiéndose hacia el final de nuestro callejón.
Mientras él vigilaba nuestra ubicación, rodeé despacio hasta que estuve dándoles la espalda a ambos. Entonces, sin molestarme en intentar levantarme del suelo, levanté mis manos para quitarme la mordaza.
Todo en mi interior gritaba que me apurara, pero mantuve mis movimientos lentos, sin querer atraer la atención haciendo un movimiento rápido. Cuando bajé la mordaza y escupí la bola, deseé que se me hubiera ocurrido practicar que tan silencioso podía decir una composición y hacer que aun funcionara. Ahora era demasiado tarde.
Susurrando las palabras dominantes, no me molesté en pensar en una composición existente. Apenas me detuvo para dejar que las palabras que quería aparecieran en mi visión mental.
—Incapacita al bruto y al bajito —Era mi poder, así que me imaginé que debía entender los nombres que les había asignado—. Y revela nuestra ubicación a cualquier amigo que nos esté siguiendo —Añadí la segunda frase en el último momento, sintiendo una oleada de orgullo por pensar en ello—. Finalizar dominio.
Dije las últimas palabras más alto y el bruto se alejó de la pared, gritando: «¡Ey!»
El otro hombre regreso corriendo hacia nosotros, pero llegó demasiado tarde. El poder salió de mí, alcanzándolos y, al igual que con mis atacantes anteriores, ambos cayeron rápidamente, sus gritos fueron interrumpidos cuando quedaron inconscientes.
Sonreí y me coloqué de pie. Después de todo no estaba tan indefensa.
Pero el jalón de poder que fluía fuera de mí, no se detuvo, sino que siguió serpenteando lejos del callejón por la dirección en la que vinimos. Me mordí el labio. Quizás esa última adición no había sino una buena idea después de todo.
Me tambaleé y tuve que sentarme de inmediato. Al parecer tenía límites, y podía sentir que me estaba acercando rápidamente a ellos, mi fuerza estaba drenándose con alarmante velocidad. Necesitaba interrumpir esta última composición, pero aún no había estudiado como hacer eso.
Intenté forzar mi cerebro cada vez más cansado a idear algunas palabras por mi cuenta, pero no lograba formar las ideas adecuadas.
Y entonces una figura apareció al final del callejón, y la emanación de poder se detuvo abruptamente. Me tambaleé, jadeando con alivio.
—Bueno, esa es una forma de hacerlo —dijo una voz familiar—. Ostentosa pero efectiva, supongo.
No me molesté en preguntarle de que estaba hablando.
Lucas cruzó el resto de distancia que había entre nosotros y estiró una mano para ayudarme a levantar. Esta vez no la rechacé. Una chispa saltó de sus dedos, recorriendo mi brazo, la neblina en mi mente se disipó.
El príncipe miró a los dos hombres desplomados cerca de nosotros.
—Veo que usaste tanta sutileza como siempre.
Quise protestar y defender las circunstancias, pero mi mente dejó de trabajar ante la idea de que sus dedos aun sostenían los míos. Miré su mano grande y firme, luego el fondo del callejón, y finalmente levanté la mirada hacia su rostro.
—¿Estás solo?
Un lado de su boca se curvó en una sonrisa perezosa y por un momento volví a sentirme mareada.
—Me atrevo a decir que los demás están siguiéndome en algún lugar del camino, pero no creí que apreciarías que me quedara esperándolos.
Negué con la cabeza y luego asentí, y entonces intenté recordar que era lo que le estaba respondiendo. Su mano me apretó con más fuerza y me jaló hacía él. Al principio fue gentil y luego con un último jalón firme que hizo que mi cuerpo chocara con el de él.
Soltó mi mano y en su lugar me agarró de los hombros, sus ojos esmeraldas brillaban cuando me miró.
—Eres exasperante, Elena de Kíngslee.
Y entonces sus brazos me envolvieron, presionándome contra él y sus labios se posaron con fuerza contra los míos.
Todos mis pensamientos se esfumaron al sentir su abrazo. La fuerza de su cuerpo y la demandante calidez de sus labios me consumían. Todo en mí respondió, presionándome contra él.
Nunca imaginé que un beso se sentiría así.
Entonces un sonido tras de mí me hizo separarme. Me giré, aun dentro de sus brazos, y extendí mis manos como si fuera a bloquear cualquier ataque que estuviera dirigiéndose hacia nosotros.
—¡Elena, no! —gritó Lucas.
Pero era demasiado tarde. Una palabra ya había aparecido frente a mis ojos y mi boca se abrió para decirla.
—Escudo.
Un gato retrocedió de un salto, siseando, mientras el poder salía fuera de mí.
La consternación me abrumó cuando me di cuenta de inmediato que había sobre reaccionado a una amenaza que ni siquiera existía. Pero mi escudo ya estaba vertiéndose con velocidad y fuerza, formándose alrededor de los dos, y sentí la fuerza que me quedaba fluir con él.
Escuché a Lucas decir mi nombre a la distancia, pero la oscuridad me estaba reclamando con rapidez, mientras me tragaba por completo. Lo último que sentí fue a un par de fuertes brazos atraparme mientras caía.
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