Me desperté en un lugar desconocido, estaba sola. Me senté demasiado rápido y la habitación dio vueltas, sin embargo, la sensación desapareció luego de varias respiraciones profundas. Examiné mi alrededor, notando que después de todo lo reconocía. Era la habitación de Acacia en la academia.
Sacudí cada una de mis extremidades y me toqué con cuidado la cabeza. Debía haber estado inconsciente por un largo tiempo porque no sentía rigidez o incluso cansancio. De hecho, me sentía bastante activa.
—Oh, bien. Estás despierta. Ya era hora —Acacia entró afanada en la habitación—. Hay algunas personas que estarán muy felices de escucharlo.
Un rostro con ojos verdes apareció en mi mente, y bajé la mirada para ocultar mi sonrojo.
—¿Cuánto tiempo estuve…?
—Dos días.
—¡Dos días! —Me coloqué de pie con un salto.
Acacia me lanzó una mirada severa.
—Extralimitarse es un asunto serio, aprendiz de primer año, y puede tener consecuencias desastrosas. Deberías considerarte afortunada.
Asentí sumisamente, ansiosa por marcharme y dispuesta a recibir cualquier sermón que fuera necesario para salir de aquí rápido.
Acacia suspiró.
—No sé porque me molesto.
—Porque eres una persona maravillosa —le sonreí y me devolvió la sonrisa con reticencia.
—Oh, anda —dijo.
Salí aprisa de la habitación, agradeciéndole por sobre mi hombro, y casi choco con alguien justo fuera de la puerta.
—¡Elena! —chilló Córalie, colocando sus brazos alrededor de mi cuello y apretándome con demasiada fuerza.
Le di un momento y luego protesté.
—Déjala en paz, mujer loca —dijo Finnian tras nosotras.
Córalie me dejó ir con reticencia. Azafrán me dio una cálida sonrisa, y para mi sorpresa, Finnian me dio un rápido abrazo.
—Admitiré que casi nos preocupaste allí —dijo—. Por un breve segundo.
—No creerás la conmoción que hubo —Córalie me jaló hacia el comedor—. ¡Un aprendiz secuestrado durante los exámenes! Nadie había escuchado alguna vez tal cosa.
—Acabábamos de terminar la parte escrita del examen cuando el caos se desató. Parecía haber humo por todas partes, y Lorcan estaba corriendo y bramando, reuniendo a un equipo para ir tras de ti —Finnian me sonrió—. Desde luego yo me ofrecí, pero casi me pega y me ordenó volver a la habitación de evaluación.
Córalie puso los ojos en blanco.
—Presumido. Solo estabas husmeando, intentando descubrir de qué se trataba todo el escándalo.
—Si mal no recuerdo fue ante tu incitación —dijo sin enojo.
—Por supuesto, nos moríamos por saber que pasaba —dijo Córalie—, pero Redmond llegó y dijo que los exámenes debían continuar con o sin Lorcan.
—El pomposo…
—¡Finnian! —Azafrán interrumpió el insulto que su primo murmuraba.
Córalie los ignoró.
—Así que Walden tuvo que remplazar al director. Es una sorpresa que todos hayamos pasado dadas las distracciones.
Una horrible idea me invadió. Exámenes. Aprobar.
—Excepto yo —Tragué—. No terminé el mío, y además Redmond solo estaba esperando para reprobarme.
—Bueno, nadie nos dará ningún detalle, por supuesto… —Finnian me miró con esperanza, pero solo sacudí mi cabeza. No tenía intenciones de revelar la participación de Lucas si ellos ya no lo sabían.
Finnian suspiró.
—Pero parece que Lorcan logró encontrarte y rescatarte. Y dijo que hiciste la mayoría del rescate tú misma usando todo tipo de composiciones avanzadas, así que declaró que aprobabas los exámenes.
Casi colapsé de alivio, y Córalie me estabilizó.
—¿Estás segura que estás lista para salir de las habitaciones de Acacia? —preguntó.
Me zafé de ella sonriendo.
—Por supuesto. ¡Dijo que habían pasado dos días!
Finnian se llevó una mano al corazón.
—Los dos días más largos de mi vida.
—No lo escuches —dijo Azafrán—. Pasó dos días en completa felicidad, haciendo el vago sin hacer nada más que comer y molestarnos a todos.
—Un hombre necesita algunos placeres en la vida.
Córalie lo empujó.
—Así que lo hicimos —Intenté asimilar la idea—. Pasamos.
—Sí, sí lo hicimos —Córalie me miró con sospecha—. Aunque cierto príncipe desapareció justo cuando la conmoción se desató. Solo regreso a tiempo para tomar su examen con los de cuarto año.
—Las ventajas de ser de la realeza —dijo Finnian—. Ni un solo instructor lo cuestionó, mientras que yo fui reprendido completamente por tan solo poner un pie fuera de la habitación de evaluación.
—Tienes suerte de que no te reprobaran de inmediato —dijo Azafrán sombríamente.
Sentí que mis mejillas se sonrojaban de nuevo ante la mención de Lucas, la memoria de nuestro beso ardió en mi mente. Cambie de tema rápidamente.
—Supongo que entonces eso significa que todos regresaremos pronto para nuestro segundo año. ¿Ya se fue la mayoría de estudiantes?
—Para ser honesto creo que al menos la mitad de ellos está merodeando para obtener un vistazo de ti —dijo Finnian.
Me mordí el labio. Así que una vez más era el espectáculo de la Academia.
Entonces recordé la revelación que tuve en medio de mi secuestro. Enderecé la espalda. Déjalos que miren, había tenido suficiente con intentar ocultarme de ello.
Entré en el comedor con la cabeza en alto y no le preste atención a los susurros que sisearon por la habitación. Pero una cosa seguía sin cambiar: mis ojos aun buscaban cierto pelinegro.
Estaba sentado en su mesa habitual, con los mellizos junto a él, aunque no había señales de Weston o Lavinia. Lucas levantó la mirada ante la conmoción, sus ojos viajaron hacia nuestro grupo mientras nos dirigíamos a las mesas de los de primer año, pero su mirada no se detuvo, pasando sobre mí tan a la ligera como hizo con mis amigos. Algo en mí se desinfló.
Córalie parloteaba sin parar, fulminando con la mirada a Finnian por sus intentos de presionarme a darles más detalles sobre mi secuestro, y en su lugar hablaba sobre sus planes para el resto del verano. Apenas los escuché.
El olor de la comida me golpeó con fuerza y mi estómago dolorosamente vacío se hizo sentir. Llené un plato y comencé a comer, a pesar de que mi mente estaba distraída.
—Acacia dijo que sin preguntas. Se supone que ella debe poder descansar —Córalie fulminó a Finnian.
Mis ojos viajaron por cuenta propia por la línea de mesas. Lucas estaba escuchando con expresión aburrida algo que Calix estaba diciendo. No se volvió a mirarme.
Cualquier deseo que tuve por responder las preguntas de mis amigos se desvaneció y me sentí agradecida por las órdenes de Acacia. Al parecer ni siquiera yo sabía que había pasado en ese callejón. ¿Acaso había soñado todo? Porque ahora que había regresado a la Academia, nada parecía haber cambiado.
—¡Natalya! —La voz proveniente desde la entrada resonó por todo el comedor y Natalya se puso de pie con un salto y se apresuró a abrazar a Lavinia.
—Vendrás a visitarme, desde luego —dijo Lavinia con un volumen ofensivo.
Natalya sonrió y enlazó su brazo con el de su amiga.
—Solo si tú prometes visitarme primero.
Las observé salir al vestíbulo, dejando ambas puertas abiertas. Sin duda fue para que todos pudiéramos observar el séquito, aparentemente importante, que vino a recoger los Stantorn. Podía ver a Weston, parado a un lado, luciendo aburrido por la teatralidad de su prima.
Pero justo cuando estaba regresando mi mirada a la comida, algo llamó mi atención.
Me puse de pie de un salto, ignorando las preguntas curiosas de mis amigos, y crucé aprisa el pasillo, dirigiéndome hacia las puertas del comedor. Irrumpiendo en el corredor, recorrí a grandes pasos la corta distancia del vestíbulo, pero el grupo Stantorn ya se había marchado del edificio, llevándose a Natalya con ellos.
Me apresuré a seguirlos justo cuando otro grupo entraba en la Academia, ocupando la gran entrada. Con impaciencia me abrí paso a codazos por medio de la multitud, ignorando sus protestas, y salí a la parte superior de las escaleras.
—¿Qué quieres? —preguntó Natalya.
Dos carruajes ya estaban rodando con estrepito hacia las puertas abiertas
—¿Quiénes eran ellos? ¿Los que estaban con Lavinia?
Natalya me miró con desaprobación. Normalmente no intentábamos tener ninguna clase de conversación.
Me volví para fulminarla con la mirada.
—¿Y bien?
Lanzó su cabello por sobre su hombro, dado que por primera vez lo había dejado fuera de su estilo práctico habitual.
—Esa era la familia de Lavinia, desde luego.
—¿Entonces son Stantorn? ¿Todos ellos?
Me frunció el ceño.
—¿Qué sucede contigo? No me digas que has vivido con nosotros por un año y aun no sabes de qué familias provenimos todos. Por supuesto que son Stantorn —Dio media vuelta y desapareció en el interior del edificio, dejándome sola en el primer escalón, apretando los dientes.
Pero no estuve sola por mucho tiempo. No necesitaba voltearme a ver quién era el que se había ubicado junto a mí. Podía sentir su presencia, aunque deseaba no estar en sintonía con ella.
—¿Hablaste con Lorcan?
—¿Disculpa? —Ahora sí me volví a mirarlo. ¿Ese era todo el saludo que iba a obtener?
Sus ojos tenían una calidez que no había esperado, considerando su rechazo anterior, no obstante, sus palabras continuaron siendo prácticas y calmadas.
—¿Has hablado con Lorcan desde que despertaste?
—No —dije fríamente, regresando mi mirada al otro lado del patio.
—Hicieron una investigación mientras estabas inconsciente. Los dos hombres que te secuestraron murieron en custodia antes de que pudieran hablar —Cambio su peso de un pie a otro—. Al igual que los criminales que te atacaron en la ciudad.
—¿Qué? ¿Murieron? Nunca nadie dijo…
Lucas continuó hablando.
—Lorcan concluyó que los dos ataques estaban conectados. Quizás el primero era una prueba, como sospechaste, pero no creo que estos dos estuvieran destinados a ser prescindibles como los otros. Dejaron un rastro de migas que se pudo seguir.
Se detuvo.
—¿Y bien? —pregunté, mi mente aún continuaba en los carruajes que desaparecieron hace tiempo—. ¿A dónde conducía?
—Kállorwey —Su voz era sombría.
—¿Kállorwey? —Me volví a mirarlo. Eso no era lo que había estado esperando—. No puede ser.
—Por el contrario —Negó con la cabeza—. Desearía que fuéramos impenetrables a sus incursiones, pero me temo que eso está lejos de ser verdad. Parece que escucharon que descubrimos algo nuevo, una nueva forma de usar el poder, y planearon robar nuestra arma secreta.
No lo estaba escuchando realmente, sacudí mi cabeza.
—No creo que fuera Kállorwey.
Levantó las cejas.
—¿Oh? ¿Dudas de la investigación de Lorcan? ¿Supongo que esos dos hombres te confesaron todo su plan antes de que los dejaras inconscientes?
—Acabas de decir que murieron. Los hombres que me atacaron.
Lucas me miró con los ojos entrecerrados, sin molestarse en confirmar sus palabras anteriores.
—Bueno, eso es imposible porque acabo de ver a uno.
—¿Disculpa?
—Acabo de ver a uno.
—¿Es por eso que te colocaste de pie con un salto y corriste hacia aquí como una loca? ¿Entonces, dónde está? —El príncipe miró alrededor como si esperara que el hombre saliera saltando desde detrás de la fuente o algo parecido.
Ignoré su tono condescendiente.
—Lo vi a través de la entrada. Estaba con el grupo que vino a recoger a Lavinia y Weston —Le lancé una mirada cargada de significado—. Los Stantorn. Era un Stantorn, o uno de sus sirvientes, supongo. Corrí directamente hasta aquí, pero ya se habían montado en los carruajes antes de que pudiera llegar aquí. Pero si envías a alguien por ellos, apuesto que aun podrías alcanzar…
—¿Lo viste a través de la entrada, parado en medio de un grupo grande? —Lucas negó con la cabeza—. Acabas de despertarte luego de estar inconsciente por dos días, Elena. Nadie te culpará si estás un poco insegura al principio, pero ciertamente me culparán si persigo un grupo de carruajes Stantorn y comienzo a hacer acusaciones. En mi opinión eso suena a que pudiste haber visto a cualquiera.
Lo fulminé con la mirada, las lágrimas surgieron en mis ojos lo que solo me hizo sentirme más enojada.
—¿Cómo puedes decir eso? No estuviste en mi examen, no viste la forma en que Annika y Casimir me miraban. Pero estuviste allí en la asamblea del Consejo cuando votaron a favor de mi ejecución. ¿Realmente es tan increíble que los miembros Stantorn y Devoras decidieran que iba a pasar mi examen y por lo tanto necesitaban tomar el asunto en sus manos para deshacerse de mí?
Lucas soltó un siseo al exhalar. Si antes había calidez en sus ojos ahora ya no lo había.
—Es la duquesa Annika y el duque Casimir de quien estás hablando, recuérdalo. El Consejo votó. Perdieron. Lo que significa que acabas de acusar de traición a dos de las familias más poderosas del reino. Necesitas cuidar tus palabras, Elena de Kíngslee.
Me tensé.
—Sé lo que vi.
Lucas negó con la cabeza.
—Sabes lo que crees haber visto —Me miró durante un momento y algo en su rostro se suavizó.
—Los conozco —dijo—. Yo mismo soy medio Stantorn, así que estás hablando de mis parientes. No necesitas tener una perspicacia especial para darte cuenta que la mayoría de los miembros de la familia Devoras, son impetuosos y que ser un Stantorn es ser intratable —Sus ojos permanecieron en mi rostro—. Como alguien que conozco.
Fruncí el ceño y aparté la mirada.
—Pero pese a toda su impetuosidad e intratabilidad, ambas familias son leales. Nunca trabajarían contra el Consejo.
Las lágrimas aun picaban en mis ojos, así que mantuve mi rostro lejos de él. Quizás había soñado todo lo que pasó en ese callejón, porque era claro que el príncipe no sentía gran cariño por mí.
El silencio se extendió entre nosotros y Lucas soltó un suspiro exasperado.
—Cree lo que quieras, pero te sugiero firmemente que te abstengas de hacer más acusaciones. Regresaremos aquí muy pronto para nuestro segundo año, y ya tienes suficientes problemas en los que pensar, sin esto. Todos los tenemos —Hizo una pausa, pero no hablé ni lo miré. Lucas suspiró de nuevo, antes de susurrar sus últimas palabras—. Eres exasperante, Elena de Kíngslee.
Y entonces se fue.
Por un largo momento no pude moverme. Así que no lo había imaginado.
El dolor y la ira lucharon por el dominio, pero ninguno pudo suprimir al otro. Todas esas miradas cargadas de significado, todas esas palabras con sus significados ocultos, todas las veces que pareció intervenir para defenderme. Incluso nuestro estudio silencioso en la biblioteca. De alguna manera, cuando no estaba prestando atención me permití creer que estaba de mi lado. Que, a su propia manera extraña y arrogante, el príncipe de Ardann estaba intentando protegerme.
Y entonces lo había dejado besarme, había gastado lo último de mi energía protegiéndolo. Y aun cuando posteriormente me había ignorado en el ambiente público del comedor, me había buscado en el momento que estuve sola, y no pude evitar sentir una chispa de esperanza y calidez ante el sonido de su voz.
Pero había sido una tonta. Cualquier interés que tuviera en mí, era el mismo interés que consumía a Lorcan y Jessamine. Interés en la Maga Hablada, no en Elena, la persona. Cuando se trataba de eso, solo era una chica común para él. Alguien a quien podía desestimar en vez de consultarle algo. Ingenua y tonta cuando se trataba de las costumbres de los magos y la corte. Alguien en quien no se podía confiar, que había imaginado enemigos donde no había ninguno. Alguien que insultó a su familia.
Y ahora el peligro se cernía sobre mí, pero no había nada que pudiera hacer respecto a ello. Porque si el mismísimo príncipe me dijo que lo dejara ir, si Lorcan había investigado y encontrado un enemigo que estaba lejos, en otro reino, ¿entonces a quién podía acudir? A nadie. Mis únicos amigos aquí eran tan impotentes como yo.
Intenté recordarme que la existencia de mis amigos era una clase de milagro en sí, incluso si no podían hacer nada para ayudarme ahora. De alguna manera, a pesar de todo, había hecho amigos aquí en la Academia. Solo tenía que recordar que Lucas no era uno de ellos, y que ciertamente no era algo más que un amigo.
Como si la hubiera convocado con mis pensamientos, Córalie apareció junto a mí. Apoyó su cabeza sobre mi hombro y miró el patio.
—Voy a extrañarte durante el verano —dijo—. Nunca habría adivinado que sería así, cuando escuché por primera vez sobre tu llegada al inicio del año.
Sacudí mi cabeza, intentando alejar el recuerdo de Lucas y aferrarme a los momentos alegres de este año.
—Y yo nunca hubiera adivinado al principio del año, que aún seguiría viva en este punto.
—Alentador —dio Finnian, caminando hacia nosotras para unírsenos—. Como siempre eres un rayo de sol.
Le sonreí ampliamente.
—Definitivamente nunca imagine que sería amiga del hijo de un duque.
—Bueno, no puedes usar eso en mi contra. Ninguno de nosotros escogió las familias que tenemos.
—¡Familia! —Me enderecé. De alguna manera, con todo el caos, lo había olvidado—. ¡Ahora voy a ir a casa y ver a mi familia!
Finnian colocó un brazo sobre los hombros de Córalie.
—Ves que rápido nos olvidan, hermosa Córalie.
Córalie lo empujó, quitándoselo de encima.
—Habla por ti mismo.
De repente la preocupación me invadió.
—Eso asumiendo que ahora tengo permitido ir a casa.
—Estoy seguro que lo tendrás —dijo Finnian—. Lorcan te estaba buscando antes, y mencionó algo sobre unas condiciones a las cuales necesitabas acceder. Así que parece que tendrás permitido irte, aunque sin duda esas condiciones serán ridículas y desmesuradas.
Coloqué mis brazos alrededor de ambos, en un abrazo grupal.
—Ustedes dos, eso no importa. No me importa cuales sean, ¡voy a ir a casa! —Retrocedí y les sonreí ampliamente a ambos—. Pero cuando llegue el otoño, regresaré, así que no vayan a olvidarme.
Córalie negó con la cabeza, devolviéndome la sonrisa.
—Cómo si alguien pudiera hacerlo.
Sin embargo, Finnian no sonrió, su rostro estaba inusualmente serio.
—Eres el cambio que va a darle la vuelta a nuestro reino. Nadie va a olvidarte nunca, Maga Hablada. Recuerda mis palabras.
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